Mi seriedad me confundió
En uno de mis trabajos, sin querer, poco a poco me fui convirtiendo en el organizador de eventos extra oficiales porque por juerguista conocía muy bien la noche madrileña, desde los lugares más top hasta los típicos bares de barrio en los que por 100 pesetas te servían una caña y una tapa. Al final del día los compañeros y algunos jefes pasaban por mi escritorio para preguntarme cuál era el plan de la noche aunque fuera lunes y conforme se acercaba el fin de semana la “presión” subía porque había que organizar la salida del viernes, la comida del sábado y la continuación de la fiesta. En un principio yo estaba más que encantado con esa fama porque me hacía popular pero poco a poco empecé a pensar si todo aquello más bien no perjudicaba mi carrera como joven doctor y si tenía que ser más bien como mis compañeros ingleses y alemanes: puntuales, eficientes, discretos e intelectuales a tope al extremo que a la hora de comer no se iban en manada a cualquier restaurante como nosotros s...