Para vivir
Me iba a morir. Tras un infarto había tenido dos angioplastias, varias complicaciones y no terminaba de sentirme bien del todo. El panorama era bastante desalentador y poco ayudaba que mucha gente, con la mejor intención del mundo, me pasara hablando de gente que había muerto tras intervenciones como la mía y que me aconsejara vivir la vida como un "señor de ochenta años" evitando el ejercicio, lugares con música y llevando una dieta que por estricta y cara resultaba imposible de llevar. La depresión no tardó en llegar y la única sensación que tenía era que hiciera lo que hiciera me iba a morir (para tranquilidad de los profetas de desgracias, que en épocas de crisis surgen por todo lado). Pasé meses bastante mal hasta que tomé cuatro decisiones: 1)Viviría cinco minutos a la vez y no me preocuparía por el siguiente paso (en ese momento el futuro era tan desalentador que prefería aferrarme al "mini" presente). 2)Me alejaría de los profetas de desgracias, de gen...