Bailar con la más fea
Hace poco me confesaba Lior que la culpa de no ser buen bailarín la tenía su adolescencia en Caracas. Como siempre había sido un poco "rarito" se pasó toda su juventud asistiendo a Bar Mitzvás, fiestas de cumpleaños y de fin de curso en plan convidado de piedra o de hombre invisible con el nadie quiere hablar para no ser impopular. La adolescencia es un período cruel y eso comenzó a sospecharlo desde los once años cuando comenzó a asistir a fiestas en las que siempre terminaba bailando con la más fea más que por placer por obligación porque casi siempre "la fea" era hija de amigos de sus padres, del rabino o de alguien importante de la colectividad. Así que con la desgana de un náufrago recién salido de altamar, Lior "aprendió" a bailar salsa, merengue, bolero, bachata..."y todas esas vainas horripilantes", concluye quien en son de protesta nunca volvió a bailar en su vida.