A mí me llamaba la atención porque no cuadraba en nada con el estereotipo de la “clásica” chica bohemia, más bien tenía el look de una señora que venía de un té de canastilla, que se había perdido por Chueca y había acabado sentada en la barra de un bar hablando con desconocidos, demasiado seria y formal para esta jungla que es la noche madrileña.
Poco a poco nos hicimos esos “compañeros” de bar que se alegran al verse cada fin de semana, que se saluda entrañablemente y que llegas a extrañar si no los ves. La verdad que en casi quince años de vernos supe muy poco de si vida: tenía un hijo de treinta años al que adoraba, trabajaba en una discográfica que lleva a Pablo Alborán –y por eso me sermoneó el día que dije que me caía mal ese cantante, “es muy buen chico”-, y que vivía cerca de mi casa. Al contrario, ella si sabía bastante de mí porque era fiel lectora de mi blog y de las ocurrencias que publico en mis redes sociales; cada vez que nos encontrábamos me comentaba con entusiasmo cómo le había gustado lo que había escrito.
-“No veas lo que me he reído con lo que te pasó en ese viaje, tuve que enseñárselo a mis compañeros de trabajo por que no paraba de reírme”.
- “Me encantó lo que le escribiste a tu madre, me hiciste llorar”.
Como era muy expresiva para hablar –parecía escoger muy bien sus palabras y saborearlas- me “hacía” la noche porque tenía la sensación que escribía para alguien, es decir me daba una razón para ponerme frente al ordenador.
El otro día me contaron que Angelines, así se llamaba, murió. De pronto vinieron a mi mente todas sus palabras y pequeños gestos que tenía conmigo, como el día en que, trabajando en la boletería de una discoteca intenté pagarle mi entrada:
-Ni hablar mi niño. Con lo que escribes en tu blog, y por lo que haces por los demás cuando trabajas con gente con discapacidad, más bien deberíamos pagarte a ti por venir.
Recuerdo que ese día la abracé y le di las gracias y pasé el resto de la semana pensando en la suerte de haberme encontrado en el camino a una fiel lectora que espero me siga leyendo desde el paraíso.
Angelines, gracias por leerme todo este tiempo. Fue un honor conocerte.