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martes, 14 de mayo de 2013
¡ Que viene la Reina !

lunes, 5 de mayo de 2008
La vez que descubrí España

Columna publicada en Sí se puede, marzo 2008
jueves, 13 de marzo de 2008
"Corasón"

Por cabezonería, mal oído o nostalgia nunca he podido expresarme como “español de toda la vida” aunque eso no significa que por épocas no haya tratado de diferenciar la “c” de la “z” o de la “s” pero al final siempre desisto porque hay palabras que dichas a la española me suenan raro y hasta me parece que pierden todo su significado. Por ejemplo: no es lo mismo decir “corasón” que “corazón”, el primero me suena a bolero romántico de esos que llegan al alma y el segundo, a enciclopedia médica…definitivamente no hay color y sigo resignado a no decir correctamente “Zaragoza” para alegría de mis colegas que siempre que lo intento se mueren de risa.
También hay que decir que en mi plena incorporación al habla española poco o nada han ayudado mis viajes a las Canarias donde me siento en cualquier parte menos en España y los que se ven en dificultades para entender a los parroquianos son los peninsulares. Al final de estas experiencias “extramadrileñas” siempre concluyo que en este país, muy a pesar de algunos, es diverso hasta en los acentos por lo que eso de hablar “como español” debería motivo de debate académico y alguien debería tener la cortesía de indicar al inmigrante cual es el acento que debe ser considerado oficial si el madrileño, el vallisoletano, el andaluz, el canario, el gallego y un largo etcétera.
Sin embargo debo reconocer que no son más que pretextos y que en el fondo lo que me aterra es padecer lo que llamo el “Síndrome de Rocío Conejo”, le he puesto ese nombre en honor a la mujer de un jugador de fútbol costarricense, Luis Gabelo Conejo que jugó con el Albacete en los noventa. Resulta que la señora se vino a vivir aquí una larga temporada de tres meses y cuando regresó al país llegó con un perfecto acento “español”-parecía sacada de una película de Berlanga- que dejó a toda la prensa nacional boquiabierta. Desde entonces a todos los ticos –como se nos dice los costarricenses- cada vez que viajamos a España tarde o temprano siempre hay alguien que con vehemencia nos advierte como si de una plaga se tratara: “Tenga cuidado, que no le pase lo de Rocío…”
martes, 4 de diciembre de 2007
Grietas

España se resquebraja y yo por si las moscas he puesto testigos en todas las paredes de la casa para verificar “in situ” si vamos por ese camino. Como vivo en el centro de Madrid, al lado del kilómetro cero, mi lógica me dice que de pasar esa catástrofe mil veces predecida por Rajoydamus S.A el salón de mi casa sería el primero de toda España en partirse en dos (ó en tres o en cuatro partes o en miles de pedacitos, que para gustos los pesimismos). Aunque sería un incordio porque no tendría sitio donde colocar el sofá para apoltronarme y ver Telemadrid, reconozco que me daría cierto morbo: con un poco de suerte a lo mejor me entrevistan para dar fe de cómo mi humilde piso de cuarenta metros se transformó en el epicentro de un cataclismo anunciado.
Vivo sin vivir en mi, pendiente de las grietas de casa y de los profetas del desastre que una y otra vez repiten que España se hunde y que no hay otra salida más que la que ellos proponen (¡y que sea lo que Dios quiera!). Yo con el alma hecho un puño y los buenos de siempre venga a advertirme que en circunstancias así el optimismo es un lujo que no podemos permitirnos. Haberlo dicho antes y nos ahorramos un disgusto y una hipoteca millonaria que ser propietario en un terreno tan volátil da muy mal rollo.
Desconsiderados. Que es malo eso de meterle miedo a la gente, de decirle que esto es el acabóse, que no hay luz al final del túnel. Es peligroso contar cuentos de terror que al final tiene uno pesadillas y después pasa lo que pasa que se crispa la gente y en lugar de fisuras en el piso aparecen grietas en el alma.
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