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viernes, 30 de noviembre de 2007

Milonga del sálvese quien pueda

"Necesitas mucho dinero para crear pobreza"
¡Ssssorry!Pero hoy no tengo tiempo para andar preocupándome por nimiedades, tal vez mañana, dentro de un siglo o mejor nunca. Porque mi vida siempre está muy complicada como para estar pensando en los demás, que cada quien se salve a como pueda.
Insisto. No me pidan que me preocupe por los problemas de los otros porque no puedo, no tengo tiempo y a decir verdad poco me importa lo que le pase a la gente porque al fin de cuentas los problemas de los demás son de los demás, y los míos son solo míos.
Mucho menos pretendan que me meta en embrollos y en causas solidarias, no acostumbro a apoyar nada que implique grandes sacrificios y no tenga posibilidades de éxito. Mi GPS es el de la oferta y la demanda. No tengo la culpa, por naturaleza soy cauto, jamás de los jamases calculador, y antes de enrollarme en cualquier situación siempre pregunto “how much” y te diré quien eres.

Los caballeros se acabaron con las cruzadas y menos mal porque eran tan retros. Hoy nadie tiene tiempo para complicarse la vida con estupideces, la moda es ser cool y dejar los marrones para otros. Para tragedias me bastan y me sobran las mías.
Lo siento pero la vida es así…los miserables allá abajo, cada vez más pobres y más globales y yo acá divino de la muerte, irradiando mi fragancia de buen burgués y contándole a mi terapeuta una vez por semana mis terribles conflictos existenciales.
¿Y yo que puedo hacer? Todo ha sido ha así desde el principio de los tiempos. La sociedad, al igual que la sacrosanta sociedad de mercado, es autoselectiva, siempre elige a los que pueden, los demás ajo y agua, por más berrinches que hagan tendrán que resignarse a ser una maceta en la terraza de mi casa y punto.
Si quieren limosna con gusto se las daré pero los pobres cuanto más lejos mejor –son más fotogénicos al otro lado del estrecho de Gibraltar y no en nuestras ciudades tan cucas- que no me vengan a la puerta de mi casa a aturdirme con lamentos, que no estoy de humor y por prescripción médica no puedo mancharme el alma, ni teñir de marrón mi cálido paraíso rosa.
Que me importan los enfermos, los hambrientos o los parados por “reorganización laboral”. Que cada uno se salve como pueda, como le dé el cerebro porque lo que soy yo si este barco se hunde con mi buen rollito me construyo una balsa…con el pellejo de los demás.

(Crédito ilustración: David Lester)

viernes, 23 de noviembre de 2007

La era de los cacharros


Yo no sé por qué será pero con el repentino descubrimiento de las maravillas del mercado y esta moda de la globalización con la que llevan años dándonos la tabarra, siento que estoy adquiriendo una fenomenal pinta de cacharro low cost, algo así como un exótico producto de exportación hecho con “componentes” made in China, ensamblado en cualquier aldea del tercer mundo a módico precio, listo para ser colocado en las vitrinas de las grandes metrópolis.

Yo no sé por qué será pero este libre forcejeo mundial entre la oferta y la demanda, el prodigio del siglo XXI, en lugar de alegrarme solo náuseas me provoca quizá porque a diferencia de los poderosos de siempre, mi triste sino, como diría el poeta, es tan solo ser parte del engranaje de la economía global, digamos que una simple y vulgar tuerca. Yo no sé por qué será pero el supuesto fracaso de las utopías –por el cual llevan años brindando jubilosos los neocon - no me hace suponer que vendrán tiempos mejores y que un capitalismo globalizado podrá solucionar de la noche a la mañana lo que no pudo en siglos.

Yo no sé porqué será pero tengo la impresión que es peligroso cuentear a la gente con eso de que las utopías murieron y de que lo único que les queda a los pobres de solemnidad, que siguen siendo tantos como hace décadas pero más pobres, es cruzarse de brazos y decir amén frente a los designios del mercado. Cuando digo peligroso es porque tanto en Oriente como en Occidente, así en el Norte como en el Sur, no hay mejor excusa para la subversión que pedirle a la gente que a cambio de unos cuantos euros de caridad gubernamental y de toneladas chatarra consumista renuncie a cualquier aspiración de transformar su vida y se entregue al imperio de la desesperación.

Yo no sé por qué será pero tengo el presentimiento que cuando la gente se percate que sin el Muro de Berlín, sin la temperatura de la Guerra Fría, sin el coco del comunismo sin Sadam en Irak, sin talibanes en Afganistán la injusticia continúa siendo tan cotidiana como siempre algo va a pasar: o se muere de tristeza toda la humanidad o los que se mueren van a ser los que siempre han vivido a costa de los demás, los que nos han convertido en cacharritos.
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¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...