He tenido muchos compañeros de juergas, gente adorable con la que arreglé y desarreglé el mundo, con la que regresé a casa de madrugada cantando desafinado alguna ranchera. Muchos de ellos ya se fueron de la ciudad, se casaron y renunciaron a su vida bohemia, y a muchos otros con tanta vuelta que nos dio la vida los perdí de vista pero en cada noche de juerga siempre los recuerdo con nostalgia y al brindar pienso en ellos. La gente de bien suele decir que los buenos amigos solo se encuentran en los templos o en las bibliotecas pero yo digo que no, que en algunos bares de mala muerte se han cimentado grandes y duraderas amistades. Así que ¡Salud!
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jueves, 1 de septiembre de 2016
¡Salud!
En una época en la que medio mundo a mi alrededor se ha vuelto abstemio por las razones que sea -por la edad, por salud, para mantener la línea, por religión o para tomar cosas más fuertes (que ahora hay mucha modernidad suelta por ahí)- yo sigo con mi humilde vocación de borracho. Vale, sé que es un poco demodé y socialmente está mal decirlo pero qué le voy hacer? Soy muy buen borracho: después de la primera copa de vino mis amigos son los más guapos del mundo y mi Madrid, es la mejor ciudad del universo.
He tenido muchos compañeros de juergas, gente adorable con la que arreglé y desarreglé el mundo, con la que regresé a casa de madrugada cantando desafinado alguna ranchera. Muchos de ellos ya se fueron de la ciudad, se casaron y renunciaron a su vida bohemia, y a muchos otros con tanta vuelta que nos dio la vida los perdí de vista pero en cada noche de juerga siempre los recuerdo con nostalgia y al brindar pienso en ellos. La gente de bien suele decir que los buenos amigos solo se encuentran en los templos o en las bibliotecas pero yo digo que no, que en algunos bares de mala muerte se han cimentado grandes y duraderas amistades. Así que ¡Salud!
He tenido muchos compañeros de juergas, gente adorable con la que arreglé y desarreglé el mundo, con la que regresé a casa de madrugada cantando desafinado alguna ranchera. Muchos de ellos ya se fueron de la ciudad, se casaron y renunciaron a su vida bohemia, y a muchos otros con tanta vuelta que nos dio la vida los perdí de vista pero en cada noche de juerga siempre los recuerdo con nostalgia y al brindar pienso en ellos. La gente de bien suele decir que los buenos amigos solo se encuentran en los templos o en las bibliotecas pero yo digo que no, que en algunos bares de mala muerte se han cimentado grandes y duraderas amistades. Así que ¡Salud!
miércoles, 26 de agosto de 2015
Lugares comunes
Mis amigos me suelen decir que siempre voy a los mismos sitios. Y la verdad que tienen razón porque soy un poco gato y siempre acabo por encariñarme con los lugares que frecuento. No entiendo la manía de esta generación de estar siempre en busca de nuevos sitios, nuevas tendencias y nuevas experiencias, huir eternamente de cualquier zona de confort. Se pasan el tiempo conociendo gente, viajando a lugares exóticos, cambiando de bares, de amigos y de parejas, es como si todo a su alrededor tuviera fecha de caducidad. A mi por el contrario todo ese frenesí me aturde porque me encanta la magia de lo cotidiano, de esos lugares de siempre. Ya sea el bar donde el camarero no te deja ir sin invitarte a una más, el restaurante chino de toda la vida en el que la dueña te regaña si dejas de ir mucho tiempo o el supermercado del barrio en el que la cajera te recomienda productos bajos en colesterol, para mi todos esos sitios cotidianos son parte de mi historia y me recuerdan que vaya donde vaya, siempre voy a encontrar un lugar en el que sentirme como en casa.
martes, 13 de marzo de 2012
Lugares benditos
Hay decenas de lugares en Madrid en los que pondría placas conmemorativas al estilo de esas que recuerdan a los héroes de las grandes guerras solo que las mías más bien rendirían homenaje a pequeñas batallas cotidianas, a esos instantes de felicidad
que he disfrutado en esos bares, cafés, plazas y restaurantes. El primer beso, el “último” vino, la cálida bienvenida, la enésima despedida, la confesión inesperada, la cena romántica del fin de semana, la juerga del sábado, el abrazo dominguero con una caña en la mano...todos esos lugares han sido escenario de gestos cotidianos que han marcado y siguen marcando mi día a día. Las placas tendrían leyendas intrascendentes como "Aquí el suscrito probó junto a sus amigos de siempre el mejor vino", "Aquí descubrió la mirada más dulce", "Aqui aprendió que no es buena idea mezclar licores", "Aqui sentado al sol supo que por fin, la primavera estaba llegando" .Por eso suelo decir que más que ir a los lugares de siempre, voy de peregrinación para reencontrarme y ser reencontrado en esos lugares benditos de mi vida.
que he disfrutado en esos bares, cafés, plazas y restaurantes. El primer beso, el “último” vino, la cálida bienvenida, la enésima despedida, la confesión inesperada, la cena romántica del fin de semana, la juerga del sábado, el abrazo dominguero con una caña en la mano...todos esos lugares han sido escenario de gestos cotidianos que han marcado y siguen marcando mi día a día. Las placas tendrían leyendas intrascendentes como "Aquí el suscrito probó junto a sus amigos de siempre el mejor vino", "Aquí descubrió la mirada más dulce", "Aqui aprendió que no es buena idea mezclar licores", "Aqui sentado al sol supo que por fin, la primavera estaba llegando" .Por eso suelo decir que más que ir a los lugares de siempre, voy de peregrinación para reencontrarme y ser reencontrado en esos lugares benditos de mi vida.
martes, 24 de agosto de 2010
Unos dientes para Miguelito

Así fue como conocimos a Miguelito, camarero y cantante. Venti y pocos años, mirada triste, delgadísimo, traje de charro desteñido -y probablemente de segunda mano- y un vozarrón que contrastaba con su apariencia de niño abandonado. Como todo buen cantante y con la ayuda del karaoke, que con la crisis no alcanza para un mariachi, se dedicó toda la noche a complacer al público con boleros de siempre, rancheras y alguna cumbia por si alguno se animaba a bailar.
Finalizada su actuación y tras agradecer el apoyo del estimable público, el dueño de aquella cantina agradeció la participación de Miguelito, camarero y cantante, y anunció que el artista pasaría por las mesas para recoger una “ayudita” y de paso, vender números para una rifa cuyos fondos serían dedicados a una noble causa: comprarse una dentadura postiza. Así que en medio de las risas incrédulas del público, Miguelito inició su periplo sonriéndole a todos los asistentes y enseñando sus encías sin ningún pudor. No se sabe si por accidente, por descuido o por pobreza había perdido todos sus dientes delanteros pero él estaba más que dispuesto a recuperarlos cantando noche tras noche en un humilde bar.
*En Costa Rica, la “última” copa antes de marcharse.
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