Quince minutos después sonaba el teléfono, "¿Quien podrá ser a esas horas?" pensaba. Al otro lado la voz nerviosa de un hombre preguntaba si era la casa de su marido, que había tenido un accidente, "¿Ellos están bien?". La pregunta se quedó sin responder porque tras darle la dirección le colgaron a toda prisa. A como pudo se alistó, con las piernas temblando se subió al coche, y mientras conducía empezó a rezar, pensando en que a lo mejor era tan solo susto y que en breve estarían de vuelta a casa todos juntos. Dejó de rezar mientras le abrían paso entre el tumulto de policías, cruz rojistas, periodistas...y cayó de rodillas cuando el vio el coche de su marido aplastado bajo el trailer. No necesitó más explicaciones.
Vendrían años de mucha soledad, de preguntas sin respuestas, de viajes constantes de ida y vuelta de la rabia al dolor más profundo, de no tener razones para estar en este mundo y luego la redención a través de ayudar a otros, de pensar que de alguna forma tendría que honrar la corta vida de sus pequeños y del gran amor de su vida, de encontrarle sentido a todo . Para que nada hubiese sido en vano.