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viernes, 23 de octubre de 2009

Mechas y Fútbol

¿Cuál es el sitio del mundo con más mechas por metro cuadrado? Los vestuarios en los partidos de los archiconocidos equipos de fútbol. Desde la llegada del metrosexual hace varios años, no hay cabellera de jugador que se precie que no haya conocido un poco de peróxido, de tratamiento para alisar el pelo y de cuanto producto haya para mantenerlo siempre brillante, sedoso “y libre de caspa”.

Expediente X: durante casi dos horas juegan bajo las aclamaciones o abucheos de un fervoroso público que contiene la respiración en cada moviendo suyo, viven el estrés más absoluto y al final del partido aparecen divinos de la muerte, repeinados con sus mechas deslumbrantes y con las manchas de sudor a juego con el logo de su equipo. Siempre perfectos y dispuestos al flash. Uno en cambio se pasa el día frente al ordenador, sin moverse de su mesa y al final de la jornada luce como la Niña del Exorcista en sus peores momentos. No hay derecho.

Una amiga muy fashion me comentó el otro día que su mundo cambió por completo desde el día en que le pidió a su estilista las mechas de Fernando Torres y un corte similar al de Guti. Había pasado noches enteras buscando ese cambio de look, “femenino y atrevido” en revistas de moda y lo encontró en un Semanario Deportivo, dice que al paso que va cambiará la suscripción de Vogue por la de “Fútbol y pelotas” para estar al día de lo más “cool” del momento.

¿Quién iba a decir que el fútbol, ese deporte para machos de pelo en pecho y ensalzado por nuestra ancestral cultura patriarcal se iba a convertir en una pasarela de divos? Aunque algunos esos cambios les tiene el pelo de punta por aquello de “lo mal que va la sociedad” a otros nos hace reír y mucho.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Nacionalidades exprés


Que muchos clubes de fútbol puedan conseguir la nacionalidad española para sus jugadores en tiempo récord ofreciendo entradas, autógrafos y variedad de regalos a cambio -como se denunció hace algunos meses- es algo que mosquea, sobre todo a quienes como a este ultramarino servidor han tenido que esperar días, meses y años para por fin conseguir un DNI, y en ningún momento se les ha ocurrido que la cosa tenía una solución tan fácil (lo llego a saber con tiempo y me traigo un cargamento de plátanos, frutas tropicales, café, ron y todas esas cosas que tanto molan a los del primer mundo).

Aunque el trámite para obtener la nacionalidad por residencia es la mar de sencillo – es cuestión de agregar a “los papeles” que entregas cada año otros papeles y entregarlos en una ventanilla- ante todo requiere armarse de paciencia. El proceso tarda una media de dos años en los que de por medio hay un par de entrevistas con la policía en las que te pueden pedir “más papeles”, alguna que otra cola, y la eterna espera para jurar ante el juez lealtad “al Rey y a la Constitución”, requisito indispensable para iniciar la tramitación del DNI (que a su vez puede prolongarse por seis meses más).

Es decir que esos dos años y medio nadie te los quita a menos que seas un deportista de élite y que, según el artículo, vayas por toda la administración en plan Papa Noel, dando regalos a cambio de agilizar tu expediente.

Hace algunos años un ex diplomático latinoamericano me comentaba que a él todo el proceso para nacionalizarse y conseguir su DNI no le había llevado más de seis meses, muy “diplomáticamente” había pagado 100 mil pesetas de las antiguas a una famosa firma de abogados con contactos de "alto nivel" y listo. Debo confesar que en ese momento no le creí en absoluto, después de todo estábamos en Europa y "esas" cosas aquí no pasaban...tras leer el artículo tengo mis dudas.

Que esas cosas pasan aún en las mejores familias ya se sabe pero eso no significa que a los simples mortales – no se sabe si por la cochina envidia o por conciencia cívica- esas historias no nos dejen con mal cuerpo y con la sensación de que no todos somos iguales ante la ley.

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...