lunes, 28 de abril de 2008

Avestruces

Tras dos derrotas electorales consecutivas lo normal es que se cuestione la autoridad del líder, que las bases, a menos que sean masoquistas, empiecen a estar un poco mosqueadas de ir de derrota en derrota — en política la resignación cristiana pasó de moda— y que otros jefazos “desinteresadamente” pidan la jubilación anticipada del perdedor. Es lo más natural del mundo, es el juego de la democracia y los partidos políticos son organizaciones vivas, formadas por personas que al menos en teoría, tienen el legítimo derecho de cuestionar a sus líderes.

Por eso llama la atención que la existencia de divisiones internas en el PP se haya convertido en el “notición del siglo” -como si las discrepancias dentro de un partido político no fueran tan cotidianas como la vida misma- y que sus dirigentes sigan empeñados en presentar a su organización como un bloque monolítico orgánico aglutinado en torno a un único caudillo como si estuviéramos en una época y galaxia muy lejana.

Uno no entiende, por ejemplo, que habría de malo que Esperanza Aguirre reconociera de una vez por todas sus roces con el Alcalde de Madrid y que está francamente interesada en ser el relevo de Rajoy, que otros sectores admitieran sentirse marginados por las últimas decisiones del candidato y que todos juntos (como hermanos) entonaran el “mea culpa” sin ningún complejo y sin temor a parecer demasiado débiles, demasiado democráticos. Es lo menos que pueden hacer por esos 10 millones de electores que los votaron.

jueves, 24 de abril de 2008

Recordar para olvidar

Mientras aquí el PP se pasó toda la campaña electoral acusando al presidente de Gobierno de dedicar demasiado tiempo a temas como la memoria histórica que no interesan a "la gente” —esa masa misteriosa que siempre se invoca para justificar posiciones injustificables —viene ahora el poeta argentino Juan Gelman, ganador del Cervantes de este año, a decirnos precisamente lo contrario, que hay que recordar, que “ya no vivimos en la Grecia del siglo V antes de Cristo en que los ciudadanos eran obligados a olvidar por decreto” como lo han pretendido muchos sectores en su austral país y en esta España nuestra, tan moderna y tan anclada a su pasado aunque no lo quiera.

"Hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares desaparecieron". Una vez más la voz de poeta nos convoca y nos da ese tirón de orejas que de vez en cuando necesitamos para seguir siendo humanos y saber que estamos en deuda con generaciones anteriores cuyo esfuerzo y sufrimiento no debería ser olvidado en nombre de la democracia, la constitución o el interés de “la gente”.

Eso lo sabe bien Gelman que en 1995 le escribía una desgarradora carta a su nieta desaparecida junto a sus padres durante la dictadura argentina, y que gracias al empeño o “necedad” de los que no quieren olvidar, recuperaría años más tarde:

"Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste...
Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije".


¡Felicidades Maestro!

martes, 15 de abril de 2008

Cotillas

En estos días he pensado mucho en Socorro. Doña Soco, una entrañable vecina de mi barrio que aparte de su afán por servir a los demás se distinguía por ser una cotilla o vina (como dicen en mi pueblo) de vocación: no había acontecimiento alrededor de su casa o a varias manzanas de ella (o a kilómetros a la redonda como decían las malas lenguas) que no se le escapara, donde estaba la noticia ella aparecía “por casualidad” con la compra a cuestas (teníamos la sospecha que su carrito era de utilería y estaba vacío), dispuesta a recabar toda la información posible en tiempo récord. Si por alguna razón las cosas no quedaban claras no tenía inconveniente alguno en hacer una visita a los protagonistas con la excusa de llevarles un caldito o unas galletitas hechas por ella misma y así poder confirmar el notición del siglo y contarlo al resto de los mortales que, dicho de paso, también se morían de ganas por saber lo que había ocurrido.

Como vivíamos enfrente de ella en casa nos acostumbramos a que ante cualquier movimiento “sospechoso” nuestro como meter maletas en el coche, traer un sofá nuevo o la llegada de una visita, la cortina de su salón se movía ligeramente y por una esquina de la ventana aparecían sus ojillos inquisidores, según Soco nadie se daba cuenta pero todos sabíamos que estaba ahí ejerciendo su “derecho a la información” pero no nos importaba, estábamos resignados a vivir en una especie de "Gran Hermano" perpetuo emitido en exclusiva para disfrute de nuestra adorable cotilla.

He pensado mucho en esa vecina porque con la llegada de las redes sociales como My Space, Hi5, los más variopintos blogs y un kilométrico etcétera de plataformas de internet, me he convertido en una especie de versión cibernética de doña Socorro solo que menos generosa y más egoísta: porque todo lo que averiguo no lo comparto con nadie (lo cual atenta contra el principio sagrado del cotilleo: "hay más placer en contar un chisme que en averiguarlo"). Por lo visto la gente se ha vuelto muy confiada y hoy en día cuenta con lujo de detalles aspectos privados de su vida que ni muertos revelarían en persona pero si en el “anonimato” de Internet con un Nick o nombre falso pero siempre acompañados de decenas de fotografías de viajes, fiestas y celebraciones…todo un festín para nosotros los cotillas de la red.

Lo que a Socorro le habría llevado años y arduo trabajo averiguar hoy se puede saber con un simple click en el sitio indicado. Por ejemplo, navegando por la red he descubierto por “casualidad” que la pareja ideal de la facultad, los tortolitos eternos, al final se separó como consta en el perfil de mi ex compañera, que mi vecino que va de duro por la vida lee poesía en sus ratos libres y que busca novia – “a ser posible entre 25 y 30 años”-, que la chica de la farmacia los fines de semana canta jazz, que el instructor de gimnasio colecciona búhos, y que yo desde 1990 debo no sé cuantas pelas a una asociación de estudiantes que tuvo la cortesía de colgar la lista de morosos en su blog.

Así cada vez que visito todos esos maravillosos sitios virtuales en la que la gente lo cuenta todo de todo, pienso en lo inmensamente feliz que sería mi vecina si a sus 75 años decidiera aprender a usar Internet ¡Pobre doña Socorro, no sabe lo que se está perdiendo!

jueves, 3 de abril de 2008

Bombero de los de antes

Mi padre siempre se muere de risa cada vez que le cuento que desde unos años para acá los bomberos se han transformado en objeto erótico y que exhiben sus carnes en revistas y calendarios. Lógico, él fue bombero voluntario durante más veinticinco años y jamás sospechó que esa profesión de típico “pringado” en aquella época tuviera el más mínimo glamour, estaban lejos de ser los superatletas de hoy, se consideraba un trabajo como cualquier otro en el que solo había que ser un poco más valiente que el resto de los mortales para lanzarse a las llamas.

“Valiente y un poco loco” explica mi madre que nunca estuvo muy convencida que mi padre dedicara su tiempo libre a un pasatiempo tan peligroso mientras que los maridos se sus amigas dedicaban el tiempo libre a ver la tele, a lavar el coche o hacer bricolaje. Era ilógico pero acabó por acostumbrarse a ver a mi padre saliendo a horas intempestivas, a las largas esperas y las llegadas felices con el traje oliendo a humo, el casco chamuscado y el brillo en los ojos de quien ha cumplido con su deber. Mi madre resignada, él encantado y yo más: tenía un padre que no era como los demás, que no me daba la tabarra con el fútbol y encima me dejaba jugar con el casco de bomberos (que era de los de verdad y no de plástico como el de los vecinos).

De esa época dorada le quedan muchos recuerdos y el rastro de una severa quemadura en su mano izquierda de la que siempre habla con orgullo como si se tratara de una medalla, la culpa de todo la tuvo una iglesia en llamas y un santo que literalmente se le vino encima a finales de la década del cincuenta. Un injerto de piel, varios días en la UVI y semanas de recuperación lo dejaron “como nuevo” pero no tanto como para que se olvidara de su sueño y durante veinte años más siguiera acudiendo puntual a su cita con incendios, inundaciones y catástrofes varias que ponían los pelos de punta a todos menos pero que a él le chiflaban.

Sin embargo reconoce que lo mejor de esos años fue conocer a mi madre que trabajaba en la farmacia al lado de la Estación de Bomberos. Fue verla pasar un día para descubrir otra clase de fuego que aún hoy casi cincuenta años después sigue vivo, “¿Quién lo iba a decir? Yo sentado en la banca de la estación esperando un incendio o alguna calamidad, y me encontré a tu madre”, dice con picardía.

viernes, 28 de marzo de 2008

Sky Wonder


El famoso barco se ha convertido en el terror de miles de cientos de turistas que en menos de dos semanas han visto como sus vacaciones se convertían en una pesadilla por culpa de clima, negligencia del capitán, mala gestión de la compañía o simplemente por razones “desconocidas” que a estas alturas es de suponer poco importan a pasajeros que con ilusión habían invertido sus ahorros en el crucero de sus sueños. El final será previsible: la compañía hará el “mea culpa” achacando el problema a fuerzas ajenas —que es como decir que todo fue por voluntad de Dios— y se comprometerá a compensar a los viajeros en un futuro y galaxia muy lejana. Gana la casa, pierde el viajero.

La historia se repite, con más frecuencia de la que pensamos, y cada vez que ocurre me trae a la memoria otra maravilla de los cielos: Air Madrid, famosa en todo el mundo por haber dejado en tierra a más de 60 mil viajeros, incluido este servidor, sin que a la fecha haya devuelto un solo duro a los pasajeros. Mi cuenta de ahorros sigue echando de menos esos mil eurillos que pagó por un billete a Costa Rica pero los propietarios nos piden paciencia y tiempo para reunir tanta güita, mucho más del que necesitaron obreros ecuatorianos, domésticas peruanas, camareros colombianos y cientos de pasajeros para ahorrar y ver a sus familias aunque nunca lo lograron. Gana la casa, pierde el viajero.

Cierto que la filosofía del low cost ha revolucionado al turismo, abaratado precios y permitido el disfrute a más sectores de la sociedad pero da la impresión que para muchas empresas más bien ha significado una capitulación del consumidor que a cambio de pagar menos por los servicios ha renunciado a todos sus derechos y se ha convertido en solo una mercancía sujeta a los caprichos del mercado y el mercado, ya se sabe, siempre tiene la razón.

jueves, 13 de marzo de 2008

"Corasón"

Es inútil. Llevo años en España y no he podido perder mi acento de centraca. Mucha gente sin ninguna mala intención me lo ha recomendado una y mil veces como la única forma de integrarme completamente a la sociedad española, incluso han llegado a sugerirme que contrate los servicios de un foniatra para que en cuestión de días borre de un plumazo este acento que arrastro desde que nací en Costa Rica, cuando no se me pasaba por la cabeza emigrar y no tenía idea de que en mi pueblo se hablara distinto al resto del mundo.

Por cabezonería, mal oído o nostalgia nunca he podido expresarme como “español de toda la vida” aunque eso no significa que por épocas no haya tratado de diferenciar la “c” de la “z” o de la “s” pero al final siempre desisto porque hay palabras que dichas a la española me suenan raro y hasta me parece que pierden todo su significado. Por ejemplo: no es lo mismo decir “corasón” que “corazón”, el primero me suena a bolero romántico de esos que llegan al alma y el segundo, a enciclopedia médica…definitivamente no hay color y sigo resignado a no decir correctamente “Zaragoza” para alegría de mis colegas que siempre que lo intento se mueren de risa.

También hay que decir que en mi plena incorporación al habla española poco o nada han ayudado mis viajes a las Canarias donde me siento en cualquier parte menos en España y los que se ven en dificultades para entender a los parroquianos son los peninsulares. Al final de estas experiencias “extramadrileñas” siempre concluyo que en este país, muy a pesar de algunos, es diverso hasta en los acentos por lo que eso de hablar “como español” debería motivo de debate académico y alguien debería tener la cortesía de indicar al inmigrante cual es el acento que debe ser considerado oficial si el madrileño, el vallisoletano, el andaluz, el canario, el gallego y un largo etcétera.

Sin embargo debo reconocer que no son más que pretextos y que en el fondo lo que me aterra es padecer lo que llamo el “Síndrome de Rocío Conejo”, le he puesto ese nombre en honor a la mujer de un jugador de fútbol costarricense, Luis Gabelo Conejo que jugó con el Albacete en los noventa. Resulta que la señora se vino a vivir aquí una larga temporada de tres meses y cuando regresó al país llegó con un perfecto acento “español”-parecía sacada de una película de Berlanga- que dejó a toda la prensa nacional boquiabierta. Desde entonces a todos los ticos –como se nos dice los costarricenses- cada vez que viajamos a España tarde o temprano siempre hay alguien que con vehemencia nos advierte como si de una plaga se tratara: “Tenga cuidado, que no le pase lo de Rocío…”

viernes, 7 de marzo de 2008

Los malos de la película

Si algo ha dejado claro esta campaña electoral es que el PP no está nada convencido de la llegada de tanto inmigrante a España y que desde sus filas se les asocia con la mayoría de los grandes problemas que desde su perspectiva azotan el país. Da igual si se habla de crisis de las hipotecas, del paro y el caos en la atención médica de la Seguridad Social, tarde o temprano siempre aparece esa “quinta columna”, esos inmigrantes que han llegado a España a colapsar a este país. La historia se repite: a falta de un enemigo frente al cual aglutinar fuerzas y conseguir apoyos nada más fácil que demonizar a un sector de la población, al más vulnerable…una lección de propaganda política que a Goebbel, el célebre ministro de la Alemania nazi, le dio grandes y magníficos resultados.

Pareciera que desde la visión precaria de la realidad que tanto le gusta a un sector de la sociedad española, los derechos humanos son como los recursos naturales no renovables: cuanto más se usan más se gastan, vienen contados por definición por lo que hay que racionarlos y no andar dando derechos a la gente así porque así, no vaya a ser que mañana nos enfrentemos a una escasez de derechos para los españoles. A juicio de estos señores por cada derecho que se le reconoce a, por ejemplo, un inmigrante, se le quita ese mismo derecho a un español de toda la vida. Lógica aplastante para ellos, una visión mezquina para muchos.

Vale que la inmigración irregular puede convertirse en un problema que requiere una pronta solución de todo el conjunto de la sociedad pero da la impresión que en esta campaña electoral el tema se ha tratado por algunos sectores de la clase política -esa que tiene la obligación de enseñarnos a vivir en democracia- en forma irresponsable, con la misma sutileza de un ataque cardiaco recurriendo a simplificaciones peligrosas claramente xenófobas que han ayudado a crisparnos a todos.

Yo por ejemplo le estoy cogiendo manía a todos los inmigrantes: no soporto a Nemet, el camarero moro del bar del barrio porque con su lentitud árabe ha hundido la fama de todo el sector de la restauración española, gracias a él “los camareros ya no son como los antes”. Tampoco soporto a Xin Lao, la dueña del ultramarinos de debajo de casa, con su ojos rasgados y su eterna sonrisa tengo la sensación que se está burlando de mí, lo mismo me pasa con Yajaira, la chica de la limpieza, esa tiene toda la pinta que pasa todo el día en el hospital haciéndose mamografías (está claro que a eso vienen las ecuatorianas a este país).

Lo peor de todo es que tampoco yo últimamente me caigo tan bien como antes, de hecho ya no me soporto…claro como también soy inmigrante tengo la terrible sospecha que por culpa mía el paro ha aumentado en los últimos meses, que por darme trabajo a mí cientos de españoles se han quedado sin empleo, sin vivienda digna y sin nada de nada.Para ser sincero no me puedo ni ver en el espejo y hasta he prometido no volver a dirigirme la palabra porque soy malo malísimo, una amenaza para stablishment de la nación española, el que tanto defienden los buenos de siempre.

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...