Mini Don Juan

Durante mis ùltimos años de colegial disfruté de una inusitada popularidad entre el sexo femenino, a lo mejor como venía llegando de otro colegio, no era el típico prototipo de aspirante a macho alfa latino y era super bueno escuchándolas -es lo bueno de haber tenido hermanas, que uno afina el oído- las seducía sin querer.

Con bastante frecuencia encontraba papelitos con corazancitos entre mis libros y hasta propuestas para quedar después de clases en el parque de enfrente, yo me reía con esos papeles y los guardaba sin darles demasiada importancia pero ellas insistían. Sandra no desaprovechaba  ocasión para decirme que su hombre ideal era un muchacho de gafas e intelectual, Yenory en cuanto me veía solo se sentaba a mi lado para contarme sus cuitas mirándome con ojos lánguidos y Silvia, que siempre co-protagonizaba conmigo obras de teatro de campesinos. cada vez que podía me cogía de la mano para pasearme como trofeo frente a todos durante los recreos mientras Rebeca, de la estudiantina- ponía mala cara.

Con todas tenia dudas menos con Zeanne, que a sus quince años era lo más parecido a Jessica Rabbit, curvilínea y romántica empedernida me escribía poemas y me dedicaba canciones en la radio, el chismoso de Adonai -sí, tuve un compañero con ese nombre- no paraba de contarme que tenía todos sus cuadernos con las siglas GxZ y que se pasaba horas hablando de mí.

Al regresar a casa siempre me paraba en el espejo, me miraba de arriba abajo y llegaba a la conclusión que todas las mujeres estaban locas, que yo no era feo pero tampoco estaba como para regar veneno: bizqueaba, era flaco, miope, tenía una narizota  y para rematar no sabía jugar al fútbol.
Sí, estaban locas de remate.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

La última aventura de Ruth y Arik

Coartada perfecta

Cuarenta años