Por supuesto, como todos mis intentos de ser famoso, aquello pasó sin pena ni gloria: ninguna agencia publicitaria me descubrió y fuera de Silvia, nadie me pidió modelar ni siquiera unos calcetines. Sin embargo, la persona más inesperada del mundo casi se va de espaldas cuando me vió en uno de los reportajes de moda, la hermana de mi abuela materna, Tia Merce, que no solo salió corriendo a comprar los ejemplares que pudo para distribuirlos entre familiares sino que se puso a llamar a cuanta gente pudo –incluida mi madre y mi abuela- para contarles lo orgullosa que estaba de tener un sobrino tan galán. Mi tía me lo celebró durante años e incluso en la última carta que me envió pocos años antes de morir volvió a recordar ese momento, y la alegría que se había llevado al verme en la portada de ese suplemento y ver qué por fin, alguien de la familia era famoso.
martes, 17 de diciembre de 2024
El galán
viernes, 13 de diciembre de 2024
Mi secreto
Cuando viví en Israel –que para mí tiene las mejores puestas de sol del mundo - pude retomar esa costumbre diaria gracias a que por un tiempo viví en un estudio que estaba en un sexto piso y que tenía una terraza enorme con una vista impresionante. Si estaba fuera de casa pegaba carrera y llegaba justo a tiempo para abrir una botella de vino, poner música y estar largo rato admirando la tremenda belleza de una puesta de Sol en Medio Oriente.
Meses después cuando me mudé a Tel Aviv sentí que me saqué la lotería cuando descubrí que el Ulpan Gordon, donde estudiaba hebreo, estaba en primera línea de playa, a unos cinco kilómetros de mi casa, así que me acostumbré a salir más temprano de lo habitual y recorrer toda esa distancia andando por la arena sin zapatos, deteniéndome de vez en cuando para contemplar esas puestas de sol y pensar que lo estaba haciendo desde el mismo lugar en que muchos profetas las vieron y juraron estar frente a frente con el Creador.
Llegaba al Ulpan con arena hasta las cejas pero más que feliz porque sentía que una vez más me había salido con lo mío y había logrado robarle un espacio a la rutina para sentirme más vivo que nunca.
jueves, 12 de diciembre de 2024
Instantes
A cualquier hora del día era fácil encontrarlo con su radio de transitores escuchando uan estación de radio que se dedicaba exclusivamente al género. Cuando la escuchaba parecía desconectarse de este mundo y volar a otro universo. De vez en cuando movía la cabeza siguiendo el ritmo o sino con su bastón, moviéndolo lentamente al compás de cualquier sinfonía. Cuando llegaba a mi casa siempre hacía lo mismo: tomaba posesión de su butaca preferida, al lado mío, y me pedía “complacencias” – lo de la música clásica era “mal de familia” porque en casa solíamos tener bastante "hits" de siglos pasados- casi siempre: Carnaval de Camille Saint Saëns, la Novena Sinfonía de Bethoveen o la Obertura 1812 de Tchaikovsky, su preferida. Sonreía al escucharla y siempre me contaba que había sido escrita con toda la intención que los cañones que se escuchan fueran de cañones de verdad -¿se imagina qué bonito?- me miraba con dulzura mientras decía “¡Ay qué belleza! Escuche los violines…el piano”. Era curioso porque estábamos rodeados por mi abuela, mis padres, mis hermanas y mi Tia pero esos instantes musicales eran estrictamente un asunto de abuelo y nieto, un mundo en el que por unos instantes solo existíamos la música, él y yo.
lunes, 2 de diciembre de 2024
El maripepino
Mi compañera se había casado jovencísima y había sido madre antes de cumplir los veinte y siempre contaba que durante mucho tiempo había aguantado continuas infidelidades del músico de su marido, hasta que un día acompañandolo en una de sus giras, embarazada de su tercer hijo y sentada en la parte de carga de la camioneta junto a todos los instrumentos porque su marido estaba de “conversona” en la parte delantera con alguna cantante que estaba participando en los conciertos, decidió que eso no era vida para ella y que iba a mandar a su marido con la música a otra parte, que terminaría su bachillerato por madurez y que intentaría cumplir su gran sueño: ser periodista.
Conseguir un maripepino fue muy fácil porque un año antes me había tocado hacer un reportaje sobre el tema para un periódico de tirada nacional, había tenido mucho éxito y la organizadora quedó agradecisidísima conmigo porque de la noche a la mañana, gracias mi publicación, el público se había multiplicado: Costa Rica entera estaba hablando de maripepinos. La chica me mandó a la joya de la corona, a su mejor maripepino pero olvidó avisarme con antelación por lo que al día siguiente de haber hablado con ella, al cierre de edición, vino la secretaria de redacción muy azorada, abanicándose para decirme en voz baja que había “un papacito de ojos grises” en recepción esperándome.
Como en todo buen periódico de nada sirvió la discrección de la secretaria porque en 30 segundos toda la sala de redacción se enteró del chisme y de que se trataba de un maripepino que yo iba a regalarle a una compañera. De pronto todas las colegas comenzaron a hacer excursión hasta la recepción para ver que tal estaba el regalito incluida mi compañera a la que cogí del brazo y le dije en tono festivo, “Le presento a su regalo, vea ver que hace con él porque yo estoy terminando una nota para la edición de mañana”.
Entre todas las compañeras lograron resolver el entuerto porque no era de recibo que delante de todos los periodistas, del director y de la Junta Directiva un tipo semidesnudo se pusiera a contorsionar en plena hora de cierre así que acordaron hacer una noche de chicas al día siguiente y así disfrutar el regalito en paz. Hace más de veinte años de esa historia pero creo que logré mi cometido: mi amiga cada vez que recuerda ese momento llora de risa, de la vez que a este servidor se le ocurrió regalarle un maripepino.
lunes, 25 de noviembre de 2024
Rebelión
Aguanté estoicamente durante meses, y creo que al final hasta empecé a hablarle a gritos porque no paraba, de feria como yo salía a las cuatro de la tarde para llegar a tiempo a la Universidad a las 3:50pm me llamaba a su despacho para perdirme cosas absurdas que evidentemente podían esperar un día. Al final, con la secretaria y el mensajero tuve que idear una estrategia para irme en paz, dejaba el dejaba el maletín en recepción y siempre alguno de los dos se acercaba para decirme en voz alta que me buscaban en recepción, yo me levantaba y cuando estaba seguro que no me veía pegaba carrera hasta la puerta sin despedirme. Pese a ello más de una vez, literalmente me persiguió por la oficina para que no me fuera.
Por fin, un día me harté y al final del día le entregué la carta de renuncia. Como era de esperar empezó a pegar alaridos de qué “era aquello” y cómo iba a dejar todo tirado. Yo tomé airé y tuve un “sincericidio bestial” diciéndole todo lo que pensaba de él, lo mal educado que me parecía y lo raro que se me hacía tratar con una persona tan malcriada porque yo venía de una familia en la que nunca nadie se gritaba, que como trabajar para Fidel Castro y Pinochet al mismo tiempo y que lo mismo pensaba todo el personal, que nadie lo quería (de hecho cuando no estaba la secretaria sacaba dinero de la caja chica y nos invitaba a almorzar o a merendar por todo lo alto solo para celebrar que no estaba) y que me tenía que ir YA porque no lo soportaba.
Desconozco el alcance de mis palabras y si el señor cambió su carácter pero, aunque me temblaban las piernas, salí feliz de la oficina, con portazo incluido –siempre lo había querido hacer- cogí mi maletín y nunca más regresé.
jueves, 14 de noviembre de 2024
La mirada
Durante todo el día yo había estado aguantado estoicamente las ganas de llorar hasta que –como suele pasarme siempre- las lágrimas me comenzaron a brotar sin parar y cómo nunca he podido llorar en público, salí a toda prisa hasta el corredor a sentarme en una de las bancas para desahogarme con tranquilidad sin que nadie me viera cuando de pronto apareció mi abuela en la puerta para preguntarme qué estaba haciendo ahí solo, "¿Qué voy a estar haciendo? Llorando, no sé qué voy a hacer sin tío”. En una persona tan cálida y maternal como era ella, especialista en dar cariño y contención, lo normal habría sido que me abrazase e intentase calmarme, pero se quedó paralizada en la puerta, con una mirada de profunda tristeza que lo decía todo porque, aunque hubiera querido tranquilizarme se había quedado “muda”, no tenía fuerzas suficientes porque ella misma estaba rota, desolada por dentro. Se quedó unos minutos mirándome en silencio a la distancia y cabizbaja se fue para dentro.
Había olvidado por completo esa imagen hasta un día de éstos en que pensando en lo afortunado que había sido en tener una abuela como ella, eternamente pendiente de sus hijos y nietos, me vino a la mente ese día insólito y triste en el que por única vez en la vida no pudo consolarme.
jueves, 10 de octubre de 2024
Coartada perfecta
Mi fama de chico bueno durante mi juventud me convirtió en la coartada perfecta cuando mis amigos querían portarse mal porque parecía que padres, novios y novias respiraban tranquilos si él o la susodicha salían conmigo porque un muchacho "tan serio y formal" era imposible que hiciera algo malo.
Aunque casi siempre mis amigos me instruían con claridad - "acuérdese que estuvimos en un cumpleaños,que bebimos solo Coca Cola y que usted me vino a dejar en taxi a la una de la mañana"- a falta de claridad en las instrucciones muchas veces tuve que a aprender a improvisar cuando algún padre o novio me preguntaban lo que habiamos hecho el día anterior:
"¿Pero entonces fueron al cine? ¿Qué película vieron?"
Yo sudaba a mares y deseaba que la tierra me tragara pero casi siempre respondía a la perfección y, de momento, salía triunfal del entuerto.
Lo malo era cuando descubrían el engaño porque de ser el angelito, me convertía en el demonio, en una mala influencia que había que evitar a toda costa, una visión con la que mi tíos y mis padres estaban totalmente de acuerdo porque sabían de antemano la clase de elemento que yo era: todos concordaban en que sí, que era una pésima pero adorable influencia.
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