domingo, 15 de marzo de 2020
Pequeños amores, Grandes amores
Durante años fui bastante crítico quienes a lo largo de su vida van teniendo numerosas parejas, me parecía un evidente rasgo de inestabilidad eso de ir pasando de una relación a otra sin parar, lo "normal" era tener pocas relaciones a lo largo de la vida y no acumular pequeños amores. Me he pasado la vida ahuyentando esas pasiones fugaces, huyendo lejos de lo que no "tenía" muchas opciones de continuidad. Sin embargo, la vejentud poco a poco me ha ido cambiando la percepción porque me estoy encontrando con gente que tiene historias maravillosas de micro amores en su vida que casi sin conocerse hicieron grandes cosas en un pequeño lapso de tiempo así como de grandes amores que cuando más los necesitaron nunca estuvieron ahí. Lo importante es permitirse sentir esa conexión con alguien sin importar el tiempo ¿Qué más da amar con locura solo por un fin de semana? A la larga, y a la corta, muchos pequeños amores en su conjunto hacen una gran historia de amor y te hacen sentir la misma intensidad de los que aman una sola vez y al final de tu vida te dan la certeza que fuiste amado con locura.
jueves, 12 de marzo de 2020
La vaina se jodió
Como si los singles o solterones de toda la vida no tuviéramos suficiente con que la gente nos miren mal si vamos solos a cenar a un restaurante -"¿El señor espera alguien más?"y uno en plan, sí, desde hace como 30 años"- y que las vacaciones nos salgan más caras, carísimas -"habitación individual tiene recargo del 40%", impuesto a la soltería - viene ahora el bendidto Coronavirus a imponernos mantener una distancia prudencial con medio mundo y hasta con nosotros mismos. Ahí tenemos a políticos, médicos y líderes de opinión -casadísimos ellos- diciendo que a partir de ahora nai nai, que ni besos ni abrazos y mucho menos darle rienda suelta a la sensualidad. Todos pudorosos y recatados dándonos besitos en el aire como las señoras de alto postín para no desmaquillarse o como nuestra Reina emérita que se ha pasado la vida saludando en el aire y la gente aún así la gente la quiere. De nuevo: los que lo anuncian en vivo y en directo, todos emparejadísimos, felizmente casados. Me los imagino en estas noches primaverales diciendo a su amorcito "Hoy no cariño, que anda el coronavirus" , darse la vuelta y dormir satisfechos, con una sonrisa de oreja a oreja mientras los singles nos pasamos la noche en vela pensando en que ahora sí la "vaina se jodió".
jueves, 20 de febrero de 2020
En el medio tiempo de la Super Bowl
Los cuarentones quieren ser como nosotros pero no nos llegan ni a lo pies. Los cuarenta años son la "adolescencia" de la Edad Adulta, te crees experimentado y sabio pero no, porque no has puesto el 5, no llevas medio siglo viviendo en este planeta de locos en el que nada, absolutamente nada, tiene su lógica. Da igual lo que las religiones te digan, la Vida improvisa, y mucho, con nosotros los seres humanos.
A partir de los cincuenta tienes la sensación que en todos los aspectos de tu vida estás viviendo el intermedio de la Super Bowl planetaria. Como Shakira y J.Lo tienes solo QUINCE minutos para darlo todo, ya no se puede permitir uno las mismas tonterías que con veinte, treinta o cuarenta, el tiempo corre raudo, cínico y veloz.
Eres más consciente que nunca que antes de diez años algún problema de salud tendrás, por más que te cuides y vayas al médico porque el cuerpo tiene fecha de caducidad y algo te va a fallar. Así que aprendes a disfrutar del mayor tesoro que tenemos los terrícolas: la salud. Con cinco décadas a las espaldas te sientes un campeón cuando haces ejercicio, cuando vas a todo lado andando y casi nunca te enfermas. Hay que aprovechar, hacer grandes planes y disfrutarlos.
Cuando eres un cincuentón te vuelves más tiquis miquis a "perder" el tiempo con gente que ya nada te significa en la vida. A los treinta daba igual pasar unas vacaciones con gente que no nos gustaba porque teníamos infinitos veranos, ya tendríamos tiempo para pasarlo bien. A los 50, el árbitro está a punto de pitar para finalizar el partido.¿Ir a cenar por compromiso?¿Quedar con compañeros de trabajo que no nos gustan?¿Aguantarse relaciones de pareja que ni fu ni fa?¿De verdad vamos a pasar los últimos quince minutos de nuestra vida sintiéndonos los seres más infelices de la galaxia, desperdiciando un tiempo precioso?
Y es que a estas edades estás más que avisado que nunca que en los próximos años mucha gente de tu entorno que amas sobre todas las cosas se va a ir de este mundo, quisiéramos que fueran eternos, pero sabemos que antes o después estaremos solos frente al mar echando de menos a alguien. Así que vives con intensidad, y a cámara lenta, todos los momentos con tus seres queridos. ¿Enfadarse? ¿Para qué? No hay tiempo que perder, porque cada día nos estamos despidiendo un poquito y como ya nos vamos a ir, nos volvemos contestones, sensibleros y militantes de la vida.
A partir de los cincuenta tienes la sensación que en todos los aspectos de tu vida estás viviendo el intermedio de la Super Bowl planetaria. Como Shakira y J.Lo tienes solo QUINCE minutos para darlo todo, ya no se puede permitir uno las mismas tonterías que con veinte, treinta o cuarenta, el tiempo corre raudo, cínico y veloz.
Eres más consciente que nunca que antes de diez años algún problema de salud tendrás, por más que te cuides y vayas al médico porque el cuerpo tiene fecha de caducidad y algo te va a fallar. Así que aprendes a disfrutar del mayor tesoro que tenemos los terrícolas: la salud. Con cinco décadas a las espaldas te sientes un campeón cuando haces ejercicio, cuando vas a todo lado andando y casi nunca te enfermas. Hay que aprovechar, hacer grandes planes y disfrutarlos.
Cuando eres un cincuentón te vuelves más tiquis miquis a "perder" el tiempo con gente que ya nada te significa en la vida. A los treinta daba igual pasar unas vacaciones con gente que no nos gustaba porque teníamos infinitos veranos, ya tendríamos tiempo para pasarlo bien. A los 50, el árbitro está a punto de pitar para finalizar el partido.¿Ir a cenar por compromiso?¿Quedar con compañeros de trabajo que no nos gustan?¿Aguantarse relaciones de pareja que ni fu ni fa?¿De verdad vamos a pasar los últimos quince minutos de nuestra vida sintiéndonos los seres más infelices de la galaxia, desperdiciando un tiempo precioso?
Y es que a estas edades estás más que avisado que nunca que en los próximos años mucha gente de tu entorno que amas sobre todas las cosas se va a ir de este mundo, quisiéramos que fueran eternos, pero sabemos que antes o después estaremos solos frente al mar echando de menos a alguien. Así que vives con intensidad, y a cámara lenta, todos los momentos con tus seres queridos. ¿Enfadarse? ¿Para qué? No hay tiempo que perder, porque cada día nos estamos despidiendo un poquito y como ya nos vamos a ir, nos volvemos contestones, sensibleros y militantes de la vida.
martes, 11 de febrero de 2020
Que nada sea en vano
Iba ser un sábado tranquilo. Ella se había levantado muy temprano para preparar el desayuno, los niños de 5 y 7 años tenían club de fútbol y tenían que alimentarse bien. Como de costumbre costó una eternidad que acabaran todo y que por un rato el par de diablillos se quedaran quietos mientras ella les terminaba de poner los calcetines y las zapatillas. El marido los apuró, ese día le tocaba a él llevarlos, así ella podía disfrutar de un rato de tranquilidad, había hecho planes para tomarse otro café en la terraza mientras leía un libro, la mañana estaba soleada había que aprovechar. Tras besarla, los niños subieron entre risas al coche mientras él le hacía señas de que la llamaría a lo largo de la mañana, por la noche tendrían invitados y había que organizarse. Encantada de tener un ratito para ella se puso a ordenar la casa, a recoger ropa y juguetes, mientras canturreaba una canción.
Quince minutos después sonaba el teléfono, "¿Quien podrá ser a esas horas?" pensaba. Al otro lado la voz nerviosa de un hombre preguntaba si era la casa de su marido, que había tenido un accidente, "¿Ellos están bien?". La pregunta se quedó sin responder porque tras darle la dirección le colgaron a toda prisa. A como pudo se alistó, con las piernas temblando se subió al coche, y mientras conducía empezó a rezar, pensando en que a lo mejor era tan solo susto y que en breve estarían de vuelta a casa todos juntos. Dejó de rezar mientras le abrían paso entre el tumulto de policías, cruz rojistas, periodistas...y cayó de rodillas cuando el vio el coche de su marido aplastado bajo el trailer. No necesitó más explicaciones.
Vendrían años de mucha soledad, de preguntas sin respuestas, de viajes constantes de ida y vuelta de la rabia al dolor más profundo, de no tener razones para estar en este mundo y luego la redención a través de ayudar a otros, de pensar que de alguna forma tendría que honrar la corta vida de sus pequeños y del gran amor de su vida, de encontrarle sentido a todo . Para que nada hubiese sido en vano.
Quince minutos después sonaba el teléfono, "¿Quien podrá ser a esas horas?" pensaba. Al otro lado la voz nerviosa de un hombre preguntaba si era la casa de su marido, que había tenido un accidente, "¿Ellos están bien?". La pregunta se quedó sin responder porque tras darle la dirección le colgaron a toda prisa. A como pudo se alistó, con las piernas temblando se subió al coche, y mientras conducía empezó a rezar, pensando en que a lo mejor era tan solo susto y que en breve estarían de vuelta a casa todos juntos. Dejó de rezar mientras le abrían paso entre el tumulto de policías, cruz rojistas, periodistas...y cayó de rodillas cuando el vio el coche de su marido aplastado bajo el trailer. No necesitó más explicaciones.
Vendrían años de mucha soledad, de preguntas sin respuestas, de viajes constantes de ida y vuelta de la rabia al dolor más profundo, de no tener razones para estar en este mundo y luego la redención a través de ayudar a otros, de pensar que de alguna forma tendría que honrar la corta vida de sus pequeños y del gran amor de su vida, de encontrarle sentido a todo . Para que nada hubiese sido en vano.
lunes, 16 de septiembre de 2019
Bonanza
Cuentan mis viejos que allá por los años 60 más de una vez caminaron no sé cuantos kilómetros para ir a ver televisión a casa de un tío "ricachón" de mi padre. Lo de ricachón no porque tuviera mucho dinero sino porque en esa época tener en casa una TV era un lujo que solo unos cuantos podían permitirse. En cuanto terminaban de cenar salían con toda prisa para llegar a tiempo para ver un episodio de Bonanza en compañía de familiares y vecinos, que se reunían en el salón de la casa de mi tío abuelo para mirar las aventuras de Ben Cartwright y sus hijos y de paso hacer un poco de tertulia sobre lo mal que estaba el mundo por aquella época mientras se tomaban un traguito y compartían lo que cada uno había llevado para comer. Al final de la noche mis padres veinteañeros hacían el camino de regreso pensando en que la vida sería maravillosa el día en que pudieran comprarse aunque fuera a plazos, como todo lo que había en casa, un aparato de ésos y ponerlo en el centro de la sala, y ver Bonanza y la Caldera del Diablo, en pijama como unos señores de postín.
miércoles, 11 de septiembre de 2019
La princesa en la buhardilla
Se llamaba María
y era la clienta mas singular que he tenido, decía que yo era su
"informático"y me llamaba cada vez que tenía alguna pequeña
"tragedia" con su ordenador como que se le desconfigurara el
ordenador, el anti-virus no funcionara o se le perdiera la clave de la cuenta
de correos en un maremagnum de archivos. En ese entonces tenía unos 85 años,
viuda y con un hijo que vivía en el exterior daba la impresión de llevar una
vida solitaria. Por su porte, su cuidada melena, sus ojos
azules y sus ademanes finos podría vivir en cualquier palacio europeo pero
vivía en un minúsculo estudio de Madrid junto a un pekinés endemoniado que no
paraba de ladrar en cuanto yo llegaba.
Era fácil
adivinar que María había tenido tiempos mejores, bastaba con ver sus fotos en
su Argentina natal: una chica rubia guapísima en una recepción o vestida con
traje de equitación siempre al lado de un caballo, su gran pasión. Estaba
escribiendo un libro sobre Equinoterapia, lo único que le preocupaba cada vez
que tenía problemas con el ordenador. "No sabés cómo curan estos
animales", me decía mientras me contaba a grandes rasgos de lo que iba su obra.
Despedirse de ella era toda una odisea porque yo me negaba a cobrarle, me parecía
un honor servirle y alegrarle un poco el día, pero cogía 20 euros y me los
echaba en el bolsillo de la camisa, "te tomás un café en honor mío y ya
está, es tu trabajo".
No volví saber
nada de María pero es imposible no pensar en ella cada vez que veo a una señora
paseando su perro por la ciudad. ¿Estará tan sola como mi clienta? ¿Será otra
princesa atrapada en una buhardilla?
lunes, 26 de agosto de 2019
La foto
Como siempre he bizqueado un poco con el ojo derecho quedar bien en cualquier foto que se me tome de frente es toda una odisea porque tiene que ser desde un ángulo exacto lo cual implica tomar decenas de fotos para terminar escogiendo la menos peor. Eso lo tengo claro desde mi tierna infancia y lo tuve muy presente el día en que el mejor y más célebre fotógrafo de Costa Rica nos tomó la foto de fin de curso de la primaria, pasamos toda la mañana posando una y otra vez, flanqueados por el director y una maestra a la que tenía atravesada porque me pasaba regañando el día entero. No sé cuantas veces el fotógrafo habrá pedido que "el de las gafas" mantuviera la compostura, que no hiciera muecas, que simplemente mirara fijamente la cámara pero me parece que fue inútil porque al final en la fotografía seleccionada salgo con la cabeza agachada, mirando al suelo. El enfado fue mayúsculo entre mis compañeros sobre todo entre los alumnos "alfa", los consentidos de la maestra, que querían tener un recuerdo perfecto de sus años escolares, el único que se rió a carcajadas fue Douglas, mi mejor amigo, que siempre sostuvo que lo había hecho a propósito para boicotear a los creídos de la clase, "qué bueno, les echaste a perder la foto".
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