
lunes, 16 de agosto de 2010
Cartas de amor

viernes, 6 de agosto de 2010
Mi madre y Facebook

Mi padre, que a sus años se ha vuelto un apasionado por las nuevas tecnologías y por Internet, escuchaba con atención cada una de mis explicaciones y asentía con la cabeza cada frase mía, se notaba que estaba más que encantado y que la idea de entrar en contacto con sus colegas de antaño le parecía fenomenal. Por el contrario a mi madre, la sola idea de hacer pública parte de su vida privada le parecía la cosa más terrible por lo que, para no alargar la sesión y ponerse a cocinar cuanto antes, optó por acribillarme a preguntas.
“¿En serio considera a esas 250 personas amigas suyas? ¿Cree que para todas ellas tiene alguna relevancia lo que usted piensa? ¿Y para usted, es importante, por ejemplo, que esa muchacha que está Sudáfrica haya ido hoy a la piscina? ¿No es un poco peligroso que gente desconocida conozca todo sobre uno? ¿De verdad usted controla todo lo que otros ven sobre usted?” A cada explicación la cara de espanto de mi madre aumentaba. Sin embargo el acabóse fue el tema de las fotografías “¿Eso quiere decir que, por ejemplo, otra gente sin mi permiso puede poner fotos mías, así sin más? ¿La gente vería entonces lo arrugada que estoy?” y dicho esto abruptamente se levantó de la silla dando por concluida la charla y amenazando con desheredarme si me atrevía a publicar una foto suya. “Digan lo que digan me parece una cosa horrorosa, una pérdida de tiempo”, sentenció mientras se marchaba a la cocina.
Han pasado varios meses y sigo pensando en las preguntas mi madre.
lunes, 2 de agosto de 2010
Una vieja historia

*En España: Oficina de Empleo.
jueves, 29 de julio de 2010
Amores públicos
Que Iker y Sara como cualquier par de tortolitos paseen su amor por medio mundo no tiene nada raro. Es absolutamente normal en una pareja de jóvenes enamorados que tiene la vida por delante y miles de cámaras deseosas de inmortalizar el más pequeño gesto de la pareja del mundial. Lo malo, al menos para los que somos puristas de esta tan denostada profesión de periodista, es que él sea la fuente y ella la redactora que se ha encargado de cubrir “objetivamente” para todo el público la información sobre la Copa del Mundo.
Durante el mundial cada vez que los veía juntos, ella entrevistándolo con toda la seriedad y formalidad que se puede tener con la persona que se han compartido muchas noches, y él tan espontáneo besándola ante las cámaras me sentía un poco “demodé” porque en mis tiempos aquello hubiera sido un delito y probablemente sus jefes al enterarse la habrían puesto a cubrir cualquier cosa menos fútbol. Entonces se creía que existía un compromiso con el público y que en situaciones así se comprometía el prestigio del medio de comunicación.
La culpa por supuesto no es de los enamorados que tienen todo el derecho de demostrar lo mucho que se quieren, la culpa es de una empresa que ha sabido aprovechar al máximo esta historia en nombre de ranking y para deleite de toda España. Pan y circo en tiempos de crisis.
La culpa por supuesto no es de los enamorados que tienen todo el derecho de demostrar lo mucho que se quieren, la culpa es de una empresa que ha sabido aprovechar al máximo esta historia en nombre de ranking y para deleite de toda España. Pan y circo en tiempos de crisis.
domingo, 25 de julio de 2010
El amor en tiempos de los SMS

Como el susodicho tardaba en contestar ella misma decidió comprobar si el telefonillo, el ascensor, el teléfono y todos los aparatos de casa no estaban estropeados. Aliviada porque todo estaba en orden se disponía a fumarse un pitillo cuando recibió otro sms: “Nstro mtrmnio.M vy”. Asunto aclarado: su marido la había abandonado. Una "original" excusa -por variar, podría haberselo currado un poquito y decir que iba a por el pan- , un sms -en eso si que innovó- y veinte años de matrimonio borrados de un zarpazo. Como el señor de la casa estaba resultando de lo más moldeno, mi amiga pasó días enteros ilusionada esperando recibir en su móvil un mensaje del tipo “envía al 7777 un sms con la palabra divorcio ya” para no verle la cara pero al parecer al occiso le dio corte y optó por la vía tradicional: acudir a un despacho de abogados. ¡Qué coñazo!
Ha pasado tres años desde entonces, mi amiga reincidió y recientemente se volvió a casar, esta vez con un tío medio hippie que odia los móviles tanto que se rehusa a utilizar uno. Sobra decir que aquello fue amor a primera vista y no hizo falta convencerla de que era el hombre de su vida.
Fueron felices y comieron perdices. Ellos, porque a muchos su historia nos dejó con mal cuerpo y enemistados de por vida con los sms. Yo por ejemplo, me volví paranoico y cada vez que recibo un mensajito de “esos” me temo lo peor: que sea el jefe para decir “¡glplls: sts dspddo!”, el médico para darme un consejo “dsfrta: t kda 1 smana d vda” o del banco “cta embrgd”.No puedo ni ver al hindú que ingresó al libro Guiness de récords por haber enviado 182.689 sms en un mes (el sueño erótico de cualquier compañía telefónica) me imagino al tío con su móvil todo el santo día y me dan arcadas. Lo mismo me sucede con la chica de Singapur que ganó un concurso por escribir un sms de 26 palabras en 43, 24 segundos: me parece una petarda de cuidado, fijo que es de las que ponen los cuernos por sms (habría que juntarla con el ex de mi amiga, harían buena pareja) .Ya sé que no tienen la culpa de nada pero a mi me sienta fatal que la gente vaya por el mundo presumiendo de cosas absurdas, y que tantos los imiten.
Aunque en España -de momento- no llegamos a esos extremos, vamos por buen camino: el año pasado se enviaron 12.800 millones de sms. Una cifra tan astrónomica lo hace sospechar a uno – que aunque la cara no le ayude, es la mar de listo- que muchas cosas importantes de la vida las estamos diciendo por mensajes cortos y encima tan telegráficos que hay que adivinar el sentido de las cosas.
No extraña que el mundo este como esté porque tanto sms le está quitando la gracia a aspectos fundamentales de la vida como el amor y desamor, que de los dos es el más poético. Digan lo que digan no hay color entre la cutrez absoluta de un sms con aquellas cartas de despecho que se escribían hace años, en las que uno con sumo cariño y paciencia enumeraba los defectos de la otra persona y a continuación, por si no había quedado claro, se deleitaba con maldiciones y los insultos más entrañables de nuestra lengua. Al destinatario lo dejaban hecho polvo -esa era aspiración más sublime- pero uno se sentía feliz y con la conciencia tranquila porque se había desahogado con entera libertad. Así daba gusto terminar cualquier relación, ahora ya no mola.
miércoles, 21 de julio de 2010
Parques anti-persona

domingo, 18 de julio de 2010
Mi ojo derecho

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