Las lágrimas de mi padre

La escena me impresionó no solo por lo insólito, a los ojos de un niño, sino porque significaba un remanso de paz en los últimos meses, en los que la vida familiar parecía complicarse cada vez más. A que mis padres estaban pasando una mala racha entre ellos había que sumarle que mi padre acababa de perder su trabajo de toda la vida y las deudas familiares no paraban de acumularse, al punto que ya nos habían anunciado que tendríamos que mudarnos a un barrio más modesto. Es decir, que estaba a punto de perder a mis amigos de siempre. Estaba furioso con la humanidad, sobre todo con mi padre, porque parecía que, gracias a él, mi mundo, tal como lo conocía hasta ese entonces, estaba a punto de desaparecer.
Sin embargo, todo cambió ese día, cuando vi a mi héroe de infancia derrotado, llorando en brazos de la mujer que amaba. Mi mosqueo infantil desapareció como por arte de magia y empecé a sentirme más mayor, me parecía que por primera vez estaba comprendiendo el misterioso mundo de los adultos y eso que llamaban amor. Un hombre que era capaz de ese gesto de ternura, de reconocer sus errores, merecía ser respetado y sobre todo amado con todo el corazón y con toda el alma.
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