viernes, 28 de mayo de 2010

Cuando Flora reía

Flora, la diminuta Flora tenía la risa más grande que el mundo haya conocido. Nadie la veía entre las multitudes pero cuando soltaba esa carcajada del alma todos miraban y la vida se reía. Discreción no era lo suyo pero a ella a sus ochenta y tantos, no le importaba, si había que reírse era la primera aunque estuviese en un funeral o en una conferencia magistral, lo suyo era ser feliz en el momento a pesar de las preocupaciones y de las enfermedades.

Podía reírse de cualquier cosa, principalmente de sí misma porque tenía esa extraña y rara virtud de no tomarse demasiado en serio. Si cocinando no salía la receta que dieron por la tele o si se le enredaban las palabras, si en lugar de problemas tenía “poblemas” daba igual, si las cosas no salían como ella esperaba soltaba su carcajada y en segundos, como por arte de magia, cualquier sensación de fracaso desaparecía.

Cuando murió, hace algunos años, solo tuve una certeza: que desde ese día el mundo sería un poco más triste, sin ella, sin la risa de Flora, la diminuta Flora.

A la memoria de Flora Fernández

2 comentarios:

Grace Haittel dijo...

Qué lindo instante acabo de vivir al leer esto...recordar esa risa fresca y natural que tienen los niños y las personas auténticas como doña Flora...ojalá el mundo tuviera muchas Floras que lo llenaran de felicidad...Gracias por recordarnos la importancia de dejar escapar una sonrisa en cualquier momento....

Unknown dijo...

Que años aquellos con Doña Flora, era una señora muy amable, con espiritu jovial, por eso siempre estaba rodeada de jóvenes, pues los hacía reir. Cuando llegaba a casa junto con su hijo, todo era alegría. Me siento orgullosa de haber conocido a Doña Flora.

Tú querías que te dejara de querer…

  Hace pocos días me soñé con una ex pareja a la que quise mucho, le habría dado mi vida pero como la estaba usando –y la sigo usando (hasta...