Cuando Flora reía

Podía reírse de cualquier cosa, principalmente de sí misma porque tenía esa extraña y rara virtud de no tomarse demasiado en serio. Si cocinando no salía la receta que dieron por la tele o si se le enredaban las palabras, si en lugar de problemas tenía “poblemas” daba igual, si las cosas no salían como ella esperaba soltaba su carcajada y en segundos, como por arte de magia, cualquier sensación de fracaso desaparecía.
Cuando murió, hace algunos años, solo tuve una certeza: que desde ese día el mundo sería un poco más triste, sin ella, sin la risa de Flora, la diminuta Flora.
A la memoria de Flora Fernández
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