sábado, 31 de marzo de 2018
Papalotes
Conseguir una cuerda resistente, retazos de tela y portarme bien. Eran los tres requisitos que me pedía mi tío para llevarme a volar "papalotes". A mis cinco años me sentía el chico más afortunado del planeta porque si había algo que me gustaba era volar papalotes y estar con mi tío que no paraba de hacerme reír con sus ocurrencias, mejor que ir a Disneylandia. La ceremonia siempre era la misma: armar la cola con retazos, comprobar que la cuerda era lo suficientemente resistente y lo mejor de todo, comprar el papalote más vistoso de la tienda aún sabiendo que duraría poco porque bastaba una mala caída a tierra para romper el papel del que estaba hecho, duraban poco, apenas para verlos volar en el horizonte y sentirse infinitamente feliz por un instante. Los papalotes eran efímeros pero la alegría que te daban duraba semanas, cada vez que recordabas el momento triunfal en el que veías ascender el papalote entre saltos de alegría y la eterna sonrisa de mi tío, tan fugaz como ese mágico momento. Mi tío murió trágicamente a los treinta y pocos, pasó brevemente por nuestras vidas era un poco como esos papalotes, estaba hecho para alegrar por unos "minutos" este mundo tan gris, para vernos sonreír y soñar con un mundo mejor.
lunes, 19 de marzo de 2018
El Pintalabios
Cuenta mi madre que el día que se murió su cuñada, lo único que pensaba era que la pobre estaba ahí en la funeraria sin maquillar y eso la tenía más triste aún sobre todo porque durante toda su vida mi Tía había sido una coqueta de primera línea, su melena siempre impecable, vestida de domingo, perfumada y lista como si fuera a una recepción de esas que salían en las revistas del corazón -y a las que siempre soñó ir- para ir al supermercado a comprar el pan de la mañana. Educada para triunfar en sociedad, para ser la esposa perfecta y brillar en sociedad había cometido el "error" de ser madre soltera, imperdonable para una señorita de buena familia.
Mi madre se recriminaba haberse olvidado "precisamente ese día" de su carterita de maquillaje, por la mañana unas primas lejanas habían le habían llevado unas pinturas viejas que acabó tirando por la basura, imposible maquillar a Eli con pinturas desgastadas, rescatadas de la basura...los muertos tienen su dignidad y tienen que dejar este mundo con clase y más una chica que nunca dejó de creer en las historias de princesas. Menos mal que a media tarde apareció una de mis hermanas con un lápiz labial, "sí, ese color le gustaba mucho".
Y así lentamente, mientras le susurraba palabras de despedida, diciéndole que había sido un gran honor conocerla, mi vieja le pintó los labios a mi tía por última vez.
Mi madre se recriminaba haberse olvidado "precisamente ese día" de su carterita de maquillaje, por la mañana unas primas lejanas habían le habían llevado unas pinturas viejas que acabó tirando por la basura, imposible maquillar a Eli con pinturas desgastadas, rescatadas de la basura...los muertos tienen su dignidad y tienen que dejar este mundo con clase y más una chica que nunca dejó de creer en las historias de princesas. Menos mal que a media tarde apareció una de mis hermanas con un lápiz labial, "sí, ese color le gustaba mucho".
Y así lentamente, mientras le susurraba palabras de despedida, diciéndole que había sido un gran honor conocerla, mi vieja le pintó los labios a mi tía por última vez.
martes, 13 de marzo de 2018
Culpable
El día que lo entendió todo, dejó de sentirse culpable y se fue de casa para jamás regresar.
martes, 6 de marzo de 2018
Hombrecitos
No decía malas palabras, no me gustaba el fútbol, era un poco más "refinado" que el resto de mis compañeros y para colmo, el día que me enseñaron unas fotos de porno casero dije que no me gustaba. Cuatro elementos que sirvieron para ponerme la etiqueta de "rarito" en el Liceo de Costa Rica y que me convirtieron en el blanco eterno de bromas y comentarios. No había día que no regresara a casa sin que alguien me insultara sin venir a cuento.
No ayudaba mucho que el colegio estuviera lleno de adolescentes obsesionados absurdamente en demostrar su masculinidad y de profesores que en cada discurso prometían que nos iban a hacer bien "hombrecitos", lo decían saboreando cada letra, y hasta con morbo, lo que resumidamente significaba que quedaban prohibidas cualquier muestra de debilidad, que no habían que apechugar con todo sin quejarse y comportarse en todo momento como un camionero. El colmo, la profesora de matemáticas, amiga de la familia, llamando a mis padres no para alertarlos del calvario que esta sufriendo en el colegio sino para decirles que mucho ojo, que "yo era bien rarito".
Por suerte mi historia tuvo final feliz: tras dos años de aguantar estoicamente me cambiaron a un colegio mixto en el que los profesores no prometían hacernos "hombrecitos" sino convertirnos en buenos ciudadanos. El cambio fue radical, de la noche a la mañana me volví popular y descubrí que todas esas rarezas era precisamente lo que le encantaba a la gente de mí, ya no recibía insultos sino mensajes anónimos de "me gustas mucho" y felicitaciones de los profesores que me auguraban un gran futuro.
No ayudaba mucho que el colegio estuviera lleno de adolescentes obsesionados absurdamente en demostrar su masculinidad y de profesores que en cada discurso prometían que nos iban a hacer bien "hombrecitos", lo decían saboreando cada letra, y hasta con morbo, lo que resumidamente significaba que quedaban prohibidas cualquier muestra de debilidad, que no habían que apechugar con todo sin quejarse y comportarse en todo momento como un camionero. El colmo, la profesora de matemáticas, amiga de la familia, llamando a mis padres no para alertarlos del calvario que esta sufriendo en el colegio sino para decirles que mucho ojo, que "yo era bien rarito".
Por suerte mi historia tuvo final feliz: tras dos años de aguantar estoicamente me cambiaron a un colegio mixto en el que los profesores no prometían hacernos "hombrecitos" sino convertirnos en buenos ciudadanos. El cambio fue radical, de la noche a la mañana me volví popular y descubrí que todas esas rarezas era precisamente lo que le encantaba a la gente de mí, ya no recibía insultos sino mensajes anónimos de "me gustas mucho" y felicitaciones de los profesores que me auguraban un gran futuro.
domingo, 25 de febrero de 2018
Bailar con la más fea
Hace poco me confesaba Lior que la culpa de no ser buen bailarín la tenía su adolescencia en Caracas. Como siempre había sido un poco "rarito" se pasó toda su juventud asistiendo a Bar Mitzvás, fiestas de cumpleaños y de fin de curso en plan convidado de piedra o de hombre invisible con el nadie quiere hablar para no ser impopular. La adolescencia es un período cruel y eso comenzó a sospecharlo desde los once años cuando comenzó a asistir a fiestas en las que siempre terminaba bailando con la más fea más que por placer por obligación porque casi siempre "la fea" era hija de amigos de sus padres, del rabino o de alguien importante de la colectividad. Así que con la desgana de un náufrago recién salido de altamar, Lior "aprendió" a bailar salsa, merengue, bolero, bachata..."y todas esas vainas horripilantes", concluye quien en son de protesta nunca volvió a bailar en su vida.
miércoles, 10 de enero de 2018
La última vez
Hasta los treinta uno vive con la idea que hay más tiempo que vida y que siempre habrá una segunda oportunidad para decirle a alguien "te quiero", para pasársela bien con la familia o amigos, para triunfar...pasados los cincuenta la ecuación cambia, uno se da cuenta que el tiempo se va agotando y que hoy puede ser la última de vez que brindamos con nuestros amigos, que visitamos nuestro lugar favorito, que comemos ese plato que nos vuelve loco o que abrazamos a quienes amamos.
Hoy puede ser nuestra última vez...
Hoy puede ser nuestra última vez...
domingo, 23 de julio de 2017
Maldito verano
Llegó el verano, échate
a temblar, las grandes decisiones del año se toman en esta época. Es lo que
tiene el calorcito, que aunque pareciera que nos atonta en el fondo nos tiene
muy despiertos y como estamos de relax, con mojito en mano y el mar enfrente
libramos nuestros sentidos, nos relajamos y llegamos a la triste conclusión que
la vida que llevamos no nos gusta. El trabajo es una pesadilla, nuestros
compañeros son inaguantables y seguimos sin sentirnos realizados, la casa en la
que vivimos necesita reforma urgente, estamos demasiado fofos -tenemos que
apuntarnos a un gimnasio YA- y nuestro
matrimonio hace mucho que hace aguas, estamos malgastando el tiempo con una
pareja que ni fu ni fa cuando el mundo está lleno de gente más interesante. Las
portadas de otoño son un poema al desamor y las reuniones de empresa post vacaciones
casi siempre anuncian tragedias en aras de la "optimización" de
recursos que pensó el jefe durante sus vacaciones mientras tomaba el sol en el
Caribe. La culpa de todo la tiene el maldito verano...
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