jueves, 14 de noviembre de 2024

La mirada

Mi tío había muerto trágicamente ese día y como de costumbre en la familia, todos corrimos a refugiarnos en el lugar más seguro del mundo: la casa de mi abuela. En momentos de tormenta era el lugar perfecto para guarecer y esperar a que el sol volviese a salir. La gente iba y venía en medio de la atmósfera más gris que hasta ese momento había vivido y era imposible no sentirse embargado por la tristeza, por el dolor por la pérdida de Tío German que al menos para mí, siempre había sido sinónimo de optimismo, diversión y de un raudal de alegría que convertía cualquier lunes en un sábado. 

Durante todo el día yo había estado aguantado estoicamente las ganas de llorar hasta que –como suele pasarme siempre- las lágrimas me comenzaron a brotar sin parar y cómo nunca he podido llorar en público, salí a toda prisa hasta el corredor a sentarme en una de las bancas para desahogarme con tranquilidad sin que nadie me viera cuando de pronto apareció mi abuela en la puerta para preguntarme qué estaba haciendo ahí solo, "¿Qué voy a estar haciendo? Llorando, no sé qué voy a hacer sin tío”. En una persona tan cálida y maternal como era ella, especialista en dar cariño y contención, lo normal habría sido que me abrazase e intentase calmarme, pero se quedó paralizada en la puerta, con una mirada de profunda tristeza que lo decía todo porque, aunque hubiera querido tranquilizarme se había quedado “muda”, no tenía fuerzas suficientes porque ella misma estaba rota, desolada por dentro. Se quedó unos minutos mirándome en silencio a la distancia y cabizbaja se fue para dentro. 

Había olvidado por completo esa imagen hasta un día de éstos en que pensando en lo afortunado que había sido en tener una abuela como ella, eternamente pendiente de sus hijos y nietos, me vino a la mente ese día insólito y triste  en el que por única vez en la vida no pudo consolarme.  

jueves, 10 de octubre de 2024

Coartada perfecta

 

Mi fama de chico bueno durante mi juventud me convirtió en la coartada perfecta cuando mis amigos querían portarse mal porque parecía que padres, novios y novias respiraban tranquilos si él o la susodicha salían conmigo porque un muchacho "tan serio y formal" era imposible que hiciera algo malo.

Aunque casi siempre mis amigos me instruían con claridad - "acuérdese que estuvimos en un cumpleaños,que bebimos solo Coca Cola y que usted me vino a dejar en taxi a la una de la mañana"- a falta de claridad en las instrucciones muchas veces tuve que a aprender a improvisar cuando algún padre o novio me preguntaban lo que habiamos hecho el día anterior:

"¿Pero entonces fueron al cine? ¿Qué película vieron?"
Yo sudaba a mares y deseaba que la tierra me tragara pero casi siempre respondía a la perfección y, de momento, salía triunfal del entuerto.

Lo malo era cuando descubrían el engaño porque de ser el angelito, me convertía en el demonio, en una mala influencia que había que evitar a toda costa, una visión con la que mi tíos y mis padres estaban totalmente de acuerdo porque sabían de antemano la clase de elemento que yo era: todos concordaban en que sí, que era una pésima pero adorable influencia.

lunes, 7 de octubre de 2024

La última aventura de Ruth y Arik

Arik, el padre de Ruth Pérez, una chica con parálisis cerebral y distrofia muscular, decidió darle una sorpresa y llevarla al Festival Nova en pleno desierto de Israel. Ruti, desde temprana edad amaba la música trans y junto con su padre había asistido a muchos festivales en Israel y en otras partes del mundo. Su viejo era sencillamente feliz viendo a su niña disfrutar, tener alas por un instante y olvidarse de su silla de ruedas, no le importaba cargarla a sus espaldas ni cualquier otra incomodidad porque gracias a la música su hija podía volar.

La mañana de 7 de octubre del 2023, durante la celebración de ese Festival, ella, su padre y otros 362 asistentes al Festival  fueron masacradas por terroristas de Hamas con una crueldad inmiginable. Los cuerpos de Arik y Rut fueron encontrados días después separados por algunos metros y lejos de su silla de ruedas. No es dificil imaginarse a Arik con Ruth a sus espaldas huyendo desesperado de una pesadilla que acabó por devorarlos. 

Fue la última aventura de una chica y de su amado padre y de muchos otros.

Ha pasado un año desde entonces. 365 días de esa barbarie sin que muchos jóvenes  universitarios de la misma edad, por ejemplo, hayan mostrado un mínimo de empatía por el sufrimiento que tuvieron-y siguen teniendo- muchos chicos  de su edad que aún siguen secuestrados. Duele, y mucho ver,  a lo largo y ancho del mundo a manifestaciones con  el  “Free Palestine” como consigna pero sin la más mínima condena hacia la barbarie que dio origen una guerra que casi nadie quería ni quiere.  

Un año en el que muchos no han aprendido a que se puede -y SE DEBE-  estar contra cualquier guerra pero al mismo tiempo mostrar su total repulsa por los actos cometidos en nombre del pueblo palestino, por esos asesinatos, esas violaciones sexuales –debidamente verificadas por organizaciones internacionales- y por la toma de rehenes, que en las peores circunstancias siguen en manos de Hamas. 

Algo que al parecer tampoco han aprendido muchos gobiernos del mundo.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Los otros son los raros

Ayer me contaba Silvia que la vida no le ha sido fácil, me lo decía sin la mínima muestra de autocompasión o de rencor, ella es una de mis alumnas de unas tutorías que estoy dando sobre Competencias Digitales para personas con discapacidad intelectual. Me decía que desde niña sabía que tenía inteligencia “límite” -es decir que hay cosas que puede hacer muy bien y otras se le complican. Lo sabe desde siempre y por eso pone tanto empeño en aprender, en estudiar e intentar mejorar al punto que cuando tiene que hacer una cálculo primero lo hace a mano, luego en calculadora y finalmente en una hoja Excel, “así me esfuerzo más”. 

Me contaba que durante la primaria y segundaria siempre le hicieron la vida imposible, en cuanto ella, que es muy sociable y dicharachera, se acercaba a hablar a un grupo le hacían el vacío, en el mejor de los casos, o el grupo se dispersaba como si hubiesen lanzado una pedrada, en el peor de los casos, porque decían que era rara, “yo lo que hacía era reírme por dentro porque los otros son los raros, los que no me aceptaban” me decía con aire aliviado y con la seguridad de quien a base de golpes se ha hecho fuerte.

Yo le sonrío, y como estoy a punto de soltar el llanto -su historia me ha emocionado-,  le digo que mejor nos centremos en el ejercicio de Excel que todavía nos quedan muchas cosas que aprender para la vida. 

lunes, 16 de septiembre de 2024

Secretaria personal


Hay gente que comparte con nosotros poco tiempo pero en ese lapso nos hace sentir muy queridos. El otro día estaba recordando a Elena, lo más cercano a una secretaria personal que he tenido. Por esa fecha ella andaría cerca de los cincuenta y yo de los treinta pero hicimos “click” desde el primer momento. 

Aunque su trabajo era apoyarme a mí “únicamente y exclusivamente en situaciones muy concretas”, como me dijeron en la Dirección Ejecutiva,  ella misma se autoproclamó mi secretaria personal: no había forma de hablar directamente conmigo, todas las llamadas las atendía ella y siempre a primera hora se plantaba en mi cubículo para revisar la agenda del día y de paso ofrecerme un cafecito. Si esa semana tocaba organizar conferencia de prensa se ponía super feliz enviando las convocatorias, planeando el catering y feliz que yo siempre le diera el visto bueno sin hacerle preguntas, “da gusto trabajar con gente como usted”. 

Como le gustaba organizar cosas cuando le conté que me habían endilgado la Fiesta de Navidad –la de los empleados y la de los niños- sin preguntar lo asumió como trabajo de equipo  y en seguida se puso manos a la obra pidiendo presupuestos, hablando con orquestas y preocupada de que todo saliera a la perfección como efectivamente sucedió. El día de la fiesta Elena, en lugar de sentarse a disfrutar con los colegas y dejarme hacer el trabajo, no se separó de mi lado ayudándome en todo y no se sentó a cenar hasta que yo no llegué a la mesa: “Guillermo aquí le guardé el platito con su comida y un traguito, no sé que tomará usted pero se lo serví, me debe un baile”.

Esa fue la última vez que trabajamos juntos  porque a principios del año nuevo yo comenzaba en otra institución.  Fuimos compañeros solo tres meses pero me sigue maravillando como en ese breve espacio se las ingenió para darme cariño a raudales y hacerme sentir importante.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Propuesta laboral

 

La oferta de trabajo más surrealista de la vida la tuve viviendo en Tel Aviv.

Me había amigado con el jefe de un supermercado, una “amistad” que nació desde el día en que llegué al super a última hora justo cuando el chico iba a salir a fumar su último cigarro. Cuando llegué a la caja con cigarro en la mano me puso cara de asco y me dijo “¿En serio?” y me pidió que esperara para cobrarme, que salía a fumar. Salió y yo esperé en la caja con toda la paciencia sin decir nada.

Desde ese día comenzó a atenderme como cliente VIP o más bien como de la familia pero muy de la familia, como si fuera el hermano “tonto”. Si pasaba por caja con una lechuga un poco pasada, me echaba la bronca y me mandaba a cambiarla diciéndome que tenía que ser más cuidadoso con la compra, si cogía una botella de vino que estaba en oferta de 2x1 cuando llegaba a la casa me ordenaba –no pedía- que fuera a por la otra YA, así que cada vez que iba de compra salía regañado.

Pero me tenía cariño y lo supe cuando me dijo que si algún día quería trabajar ahí le dijera y punto. Yo le dí las gracias diciéndole que a lo mejor más adelante me vendría bien trabajar como limpiador y acomodador de mercancia. Me miró, haciendo un cuadrado imaginario con las manos, como si estuviera tomando una foto y me dijo.

-No, no no. Tú tendrías que ser cajero, dónde todo el mundo te vea.

Cuando le agradecí diciéndole que los números en hebreo se me enredaban mucho -a lo mucho sé contar hasta 200-  y que sería un lío, me miró con cara de sorprendido.

-¿Y qué? ¿Para qué estamos tres cajeros al mismo tiempo sino es para ayudarnos?

En aquel momento no acepté la oferta porque me imaginé que aquello iba a ser un completo caos pero con el paso de los años me he arrepentido; probablemente mi yo de hoy habría aceptado la propuesta no por dinero sino por la aventura, habría sido muy divertido. 

miércoles, 14 de agosto de 2024

Malacrianza

Aquello de “una limosnita por el amor del Señor” dicho con humildad  no iba para nada con Malacrianza, más que pedir él llegaba a casa de mis padres a cobrar. Le abrías la puerta, te miraba de arriba abajo y altanero levantaba la cabeza hacia arriba en plan “¿Bueno me van a atender sí o no?” Yo, dependiendo del humor con que anduviera,  me quedaba esperando en silencio hasta que hablara y preguntara por mi viejo, que era su contacto y con el que tenía una pésima relación que a él siempre le convenía. Los  días que pasaba por la casa, es decir 365 al año, mi padre le echaba el mismo discurso: “¿Diay? Sigue pidiendo, no sea vago, trabaje, que usted es un hombre joven…vaya a las construcciones, haga jardines, lo que sea pero deje de pedir…¿No le da vergüenza?”.A final mi padre suspiraba resignado, sacaba la billetera y le daba dinero. ¡Más de veinte años con el mismo sainete! Si quería molestarlo un poco no lo atendía y me mandaba a mí a la puerta con unas cuantas monedas. Yo se las daba y Malacrianza –el mote que le puso mi padre y le venía al pelo-  hiperventilaba furioso “¿QUÉ?, esto es una miseria. ¡No vuelvo a pasar!”. Dentro de la casa mi padre no paraba de reír mientras mi vieja acongojada lo regañaba porque en el fondo le daba pena el pobre hombre. El otro día me contó una hermana que Malacrianza había fallecido hace algunos años. De pronto me imaginé a mi viejo en el paraíso encontrándoselo regañándolo todo enfadado, “¿Diay? Usted ni muerto deja de fregar, yo que estaba tan tranquilo aquí.” 

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...