jueves, 30 de diciembre de 2021

El Matamoscas

Dicen que los objetos tienen vidas insospechadas, muchas veces lejos del fin por el que fueron creados, por ejemplo el matamoscas de la casa de mis padres. A simple vista es un triste matamoscas que no costó más de dos dólares, una cosa de plástico inerte que solo sirve para espantar y matar bichos pero durante una época fue para mí una especie de varita mágica para hacer reír a mis padres.

Como en sus últimos meses de vida mi viejo le hizo las noches imposibles a mi madre, por las mañanas después de desayunar en la cocina yo me ponía detrás de mi padre a imitarlo mientras él lentamente caminaba para el dormitorio: me ponía detrás de él cojeando, agitando el matamoscas, golpeándolo contra la mesa y diciéndole a mi vieja “A éste señor lo que hace falta es mano dura para que la deje dormir, hágame caso…déle chilillo”, ella soltaba la risa, mi padre volvía a ver para atrás, se reía con ganas, hacía un gesto con la mano -el típico de mandar a freír churros a alguien- y seguía su camino. Por cinco minutos la vida se detenía, los tres nos olvidábamos de pandemias y demases, nos mirábamos a los ojos y nos sentíamos con el suficiente optimismo para ver la vida con optimismo.

Tras la partida de mis viejos el matamoscas perdió toda su magia y volvió a ser un triste matamoscas.

viernes, 26 de noviembre de 2021

Aguinaldo

 

El día que le daban el aguinaldo a mi madre era fiesta “nacional” porque por una vez al año el dinero “no importaba”, y por unos días nos dábamos vida de ricachones. 

De la noche a la mañana en casa reinaba la abundancia, por ejemplo, las uvas y manzanas de plástico del centro de mesa se sustituían por unas verdaderas, de esas que se podían comer era lo más de lo más (por supuesto había que rendirlas).

Llegábamos del súper cargados de chocolates gringos, quesos holandeses, galletas danesas, si algo nos gustaba simplemente se echaba en el carrito de la compra sin mirar precio y sin que mi vieja sacara la calculadora, que siempre llevaba, para saber si le alcanzaba o no.

Para mí la llegada del aguinaldo no significa otra cosa más que POR FIN podía estrenar. ¡Qué alegría me entraba en el cuerpo cuando mi madre me pedía que le “guardara” un día para irnos de compra!

Ese día salíamos después de comer, nos íbamos en autobús y nos regresábamos como millonarios en taxi, cargados de paquetes, después de haber recorrido las tiendas de la capital buscando lo que yo quería y tras haber pasado a cenar a una pizzería o a un chino finolis, de esos a los que iba la gente tuyú.

Había magia en ver a mi madre tan feliz y despreocupada, repitiendo que para algo había trabajado fuerte durante el año, para poder darnos algunos caprichos, como el de comprarme unas Adidas en lugar de las Bilsa nacionales de siempre.

La última vez que hicimos eso fue hace unos tres años, que vieja estaba más que harta de verme con el mismo pantalón de siempre, hizo el ademán de darme el dinero para que fuera a comprármelo pero le dije que de eso nada, se venía conmigo de compras o seguiría con el vaquero roto eternamente.

Ese día, mientras mi padre nos esperaba en el coche, aunque a paso lento porque a mi madre ya le costaba caminar, recorrimos el centro comercial entrando de tienda en tienda, contentos de vivir ese momento y tan despreocupados que al llegar a casa descubrimos que gran parte de la compra la habíamos dejado en el casillero del Supermercado.

Los dos comenzamos a reírnos, mi vieja contándole a mi hermana: “es que cuando uno anda feliz se le olividan las cosas”.


jueves, 14 de octubre de 2021

¿Hay algo que celebrar?

 

Después de la pérdida de mi padre por un ataque al corazón y dos meses después la de mi madre por COVID el año pasado, del largo luto en plena pandemia, de años sin trabajo fijo y una eterna economía de guerra ¿Hay algún motivo para el júbilo? ¿Para la risa?

Hay gente que dice que nunca celebra su cumpleaños, que es una fecha cualquiera y que no hay nada que celebrar, yo discrepo en absoluto por una sencilla razón: aunque la vida no haya sido como tú quieres probablemente aquel día fue un gran día para tus padres y para tu familia, una fecha marcada y esperada en el calendario como es mi caso.

Mis padres no se cansaron de decirme lo maravilloso que había sido ese día, uno de los más felices de su vida y mi vieja decía que esos nueve meses se le habían hecho eternos porque no deseaba otra cosa que ver mi cara. ¿Cómo no voy a celebrar eso? ¿Cómo no voy a aplaudir y hacerle la ola a la vida por haber sido tan esperado y tan amado?

Tras el año pasado y su tristeza yo me declaro abiertamente partidario de las celebraciones.
Las cosas malas tarde o temprano nos pasarán, como es ley de vida, la enfermedad y la muerte tocarán a nuestra puerta mucho antes de lo esperado por lo que tenemos que aferrarnos y festejar, las pequeñas y grandes alegrías que tenemos, descorchar el mejor champán cuando la vida nos sonríe…celebrar bodas, cumpleaños, ascensos laborales, compra de casa, de zapatos nuevos...cualquier cosa debería ser excusa para hacer un brindis y declararnos en día de fiesta nacional.

lunes, 4 de octubre de 2021

Mudanza

 

Mi vieja y yo estábamos nostálgicos.

Ese día nos no sólo nos mudábamos de la casa en la que habíamos vivido 18 años sino que además nos íbamos del pueblo. Estábamos tan tristes que pedimos ser los últimos en dejar la casa. Con el salón vacío nos sentamos en el suelo, nos dimos la mano -como solíamos hacer cuando hablábamos de cosas serias- y empezamos a pasar revista por todas las cosas buenas que nos había pasado ahí pensando cuán agradecidos teníamos que estar porque de una manera u otra la familia había progresado.

Mis padres habían llegado a esa casa  en plena crisis matrimonial, sin saber muy bien si continuarían o no y ahí precisamente poco a poco habían ido arreglando sus diferencias hasta volverse a reencontrar y a quererse como nunca, mis hermanas y yo habíamos llegado siendo casi niños y nos marchábamos ya mayores con un futuro profesional prometedor. Mi vieja decía que habían habido épocas en las que no sabía muy bien si durante el mes se iba a tener lo suficiente para la comida ó para el alquiler pero que al final el salario se le "estiraba" y alcanzaba para todo...era como si la vida fuera un constante milagro porque bajo ese techo siempre, siempre se salía adelante.

 La última imagen que tengo de ese día es mi madre y yo subidos en el asiento trasero del coche, con lagrimones mirando para atrás, sintiendo que parte de nuestro pasado se iba alejando.

lunes, 20 de septiembre de 2021

Mi seriedad me confundió

 

En uno de mis trabajos, sin querer, poco a poco me fui convirtiendo en el organizador de eventos extra oficiales porque por juerguista conocía muy bien la noche madrileña, desde los lugares más top hasta los típicos bares de barrio en los que por 100 pesetas te servían una caña y una tapa. Al final del día los compañeros y algunos jefes pasaban por mi escritorio para preguntarme cuál era el plan de la noche aunque fuera lunes y conforme se acercaba el fin de semana la “presión” subía porque había que organizar la salida del viernes, la comida del sábado y la continuación de la fiesta.

En un principio yo estaba más que encantado con esa fama porque me hacía popular pero poco a poco empecé a pensar si todo aquello más bien no perjudicaba mi carrera como joven doctor y si tenía que ser más bien como mis compañeros ingleses y alemanes: puntuales, eficientes, discretos e intelectuales a tope al extremo que a la hora de comer no se iban en manada a cualquier restaurante como nosotros sino que comían a toda prisa un sándwich y se ponían a repasar informes del BID o del Banco Mundial.

Así que decidí reconvertirme, a dejar de reírme tanto en horas de trabajo, empezar a hacerme el sueco con las peticiones de colegas para irnos de cañas a la salida del trabajo, y ser igual de productivo que cualquier miembro del staff venido de Centroeuropa. El cambio, sin embargo, fue flor de un día porque el gerente general me llamó para echarme la bronca del siglo porque me estaba volviendo demasiado serio y formal.

Según este señor, para un Instituto tan prestigioso como en el que trabajábamos, nada era más sencillo que conseguir doctores más o menos brillantes en cualquier ciudad europea que quisieran venir a trabajar a Madrid PERO lo que costaba encontrar era gente con sentido del humor, que creara buen ambiente laboral como al parecer yo lo estaba logrando celebrando cumpleaños y llevándome de juerga a los compañeros diariamente.

La verdad que si tenía razón porque como todos éramos expatriados se había creado un ambientazo en la oficina, un entorno colaborativo envidiable de cero cotilleos y en el que todos nos ayudábamos con el trabajo diario con tal de llegar puntuales al bar en el que habíamos quedado. La noche nos había unido tanto que nos costaba sacar vacaciones o darnos de baja si estábamos enfermos porque nos divertíamos montones en el trabajo. 

Tras esa bronca monumental y amenaza de despido si continuaba por la senda de la buena vida, decidí, compungido y contra mi voluntad, retomar el camino de la mala vida y hasta la fecha.

sábado, 28 de agosto de 2021

Good night my angel



Contaba Billy Joel que allá por los ochenta escribió esta canción como respuesta a su hija pequeña que días antes le había preguntado a dónde se iba la gente cuando se moría, en ese momento no supo que decir pero a los días fue encontrando las palabras en forma de una canción de cuna, que entre otras cosas dice:

“Buenas noches mi angel, es hora de dormir
tranquila, hay muchas cosas que quiero decirte…
recuerdo todas las canciones que cantabas para mi
cuando navegábamos en una bahía esmeralda
y como un barco a la orilla del oceáno
te mezo para que duermas
el agua es oscura y profunda dentro de este viejo corazón,
pero siempre serás parte de mi”

La oí por primera vez hace unos meses y fue inevitable que pensara en mi vieja, en lo mucho que me habría gustado tomarle de la mano y cantarle esa canción para ahuyentar sus miedos, para que pensara en un mundo lleno de luz donde solo existe la felicidad. 

Me habría gustado hacerlo como ella me acunaba de niño, solo que lo hacía con boleros…a lo mejor como una forma de que la recordara más fácilmente como me ha pasado en este primer año de ausencia: en cada bolero que escucho se cuela ella, su sonrisa, su mirada y ese “mañana será otro día”, que nos decía cuando estábamos tristes.

Me habría gustado besarla en la frente y decirle:
Buenas noches mi ángel, duerme tranquila, que nosotros estamos y estaremos bien.

Pincha aquí para escuchar la canción

A mi madre en el primer año de su partida.





martes, 17 de agosto de 2021

El niño y la estrella

El otro día leí que te moriste.
En un minuto la noticia daba cuenta de cómo habías recibido los disparos y como tu coche quedó en una cuneta, todo por un ajuste de cuentas. Dos minutos de lectura para resumir toda una vida. Leí la noticia con tristeza y con incredulidad, la misma que mantuve a lo largo de tu corta vida cuando me contaban de tus andanzas por el bajo mundo, me costaba trabajo entender que me hablaban de la misma persona porque para mi siempre fuiste mi querido niño, mi pequeño y adorable primo, que nos hacía reír a todos con sus ocurrencias, que no paraba de repetir besos a diestra y siniestra, que me levantaba los bracitos para que lo cargara cuando salíamos a caminar, el que por las noches -cuando me quedaba a dormir en su casa- me pedía con insistencia que le contara el cuento del Niño y La Estrella, y yo te la contaba una y otra vez mientras ibas cerrando tus ojitos. 

La historia la había leído en algún lugar y a ti te encantaba, iba de un pueblo de esquimales que en mitad del oscuro invierno, lograron cazar una estrella. Felices la colgaron en mitad de la plaza y celebraron la suerte de tener un cuerpo celeste solo para ellos, para calentarse y alumbrarse por la noche, todos celebraron el milagro menos uno, un niño que podía sentir la tristeza de la estrella por estar en un mundo donde no pertenecía cómo el mismo a veces sentía. Las estrellas pertenecen a la transparencia del firmamento y no a la indómita tierra, menos cuando está cubierta de nieve. Una madrugada el niño se levantó mientras la aldea entera dormía y a toda prisa desató la estrella...pero no quiso soltarla totalmente, con fuerza cogió la cuerda no para retenerla sino para fugarse con ella. La estrella de inmediato comprendió lo que el niño quería y poco a poco, con su nuevo amigo, la estrella se fue elevando hasta perderse y nunca regresar al cruel invierno. 

En estos días he pensado que a lo mejor, ese niño, eras tú. 

En memoria de Esteban 

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...