miércoles, 12 de junio de 2019

La última vez

Hubo una vez que fue la última vez que jugamos con nuestros amigos de infancia. Como de costumbre fueron a buscarnos a casa y salimos más que felices a recorrer el barrio buscando mil aventuras o a sentarnos tranquilamente en el parque para hablar de nuestros temas, para discutir si Superman era más fuerte que el Increíble Hulk. Como todos los días la madre de uno de nuestros amigos nos llamó a merendar y aquellas galletas y refresco nos supieron a gloria, nos sentimos afortunados por tener los mejores amigos del mundo. Como siempre nos dijimos con desgano un "Hasta Mañana" mientras nuestros hermanos desde la puerta nos avisaban que la cena estaba servida y que había que apurarse para acostarse. Esa noche nos dormimos deseando que llegara el verano pronto el verano para pasarnos el día en la calle, para jugar sin parar hasta cansarnos, para no bajarnos de la bicicleta tan solo para comer pero ese verano nunca llegó: los padres de alguien se divorciaron y tuvieron que dejar el barrio, alguien tenía que aprobar el curso y no lo dejaron salir en meses, alguien creció y decidió que era demasiado mayor para jugar. Y así sin saberlo ni pensarlo jugamos por última vez con nuestros amigos de infancia.

miércoles, 5 de junio de 2019

¿Qué vas a ser cuando seas grande?

Durante la adolescencia una y otra vez siempre me hacían la misma pregunta, entonces se me consideraba un ser humano en progreso, una promesa en potencia que podía llegar tan lejos como sus sueños, astronauta, científico, piloto...cualquier cosa estaba a mi alcance básicamente porque tenía tiempo de sobra, la vida por delante(yo lo tenía muy claro: quería ser presidente del país, entre otras cosas). Conforme el tiempo pasó, la gente dejó de preguntar sobre mis planes futuros y yo mismo perdí la sana costumbre de hacerme la misma pregunta. Se supone que a los treinta, cuarenta, cincuenta años YA deberíamos ser alguien y tener nuestros sueños más que cumplidos pero como no en mi caso no es así ni de lejos -y me estoy dando cuenta que en muchos aspectos sigo siendo una tábula rasa- de un tiempo a esta parte me paso preguntando qué quiero ser de mayor.

martes, 4 de junio de 2019

Volver a bailar

Estaba lleno de pánico y de tristeza. En un año me había quedado sin trabajo, había terminado una relación, había tenido un infarto, una angioplastia fallida que estuvo a punto de mandarme al cementerio en medio de la incredulidad de mucha gente y de mismos doctores que atribuían mis "achaques" a los nervios y aunque la segunda operación había salido bien me había quedado con el miedo como telón de fondo de mi vida cotidiana. Llevaba una vida sana, caminaba todos los días, seguía al pie de la letra todas las recomendación que me habían dado durante el proceso de rehabilitación pero por las razones que fuera me negaba a bailar. Esa noche sin embargo todo fue distinto, no sé si la culpa la tuvo el vino, la música o las tremendas ganas que tenía de sacudirme esa tristeza que me acompañaba desde hacía mucho pero simplemente la música me envolvió, lentamente me puse a bailar y no paré en toda la noche. Nunca nadie entendió por qué estaba tan feliz y probablemente se habrían sorprendido más que al llegar a casa llorara de alegría. Había vuelto a bailar.

jueves, 30 de mayo de 2019

Al final la vida...

"Al final la vida se encarga de poner todo en su sitio", el otro nos lo decía Roberto, en el tanatorio, frente al ataúd de su padre mientras hacía bromas sobre la pinta que tenía su viejo en la foto que a toda prisa se había colocado en el centro de la sala, "entre Peret y uno de los Chunguitos". Mi amigo se veía triste pero aliviado porque tanto él como sus hermanos habían logrado cuidar y acompañar a su padre los últimos días de su vida, un final impensable hace unos años cuando ninguno de su familia quería saber de él, como tanto antes como después del divorcio le había hecho la vida imposible a su madre habían optado por mantener una relación distante. Durante mucho tiempo fue así hasta que un buen día uno de sus hermanos, sin saber con quien dejar su perro decidió preguntar a su padre, quien accedió más que encantado. Aquello fue el principio de todo, porque la familia descubrió que no solo era buen cuidador de animales sino que estaba deseoso de retomar el contacto. Así que con más frecuencia empezaron a dejarlo a cargo de los perros y a los "¿Quédate un poco más?" siguieron los "¿Quieres quedarte cenar?" los "¿Nos vemos pronto?", "¿Y si pasemos las fiestas juntos?""Te quiero mucho".  Y así sin darse cuenta, como milagro cotidiano y cuento de hadas, fueron felices para siempre.

lunes, 27 de mayo de 2019

Perdón abuela

Muchas veces me despedí de mi abuela. Quizá unas diez o quince veces y siempre la parte más difícil de cada viaje ese momento en que nos abrazábamos con la promesa de vernos pronto. Siempre era el mismo ritual, yo con lagrimones y ella dándome ánimos como lo había hecho toda la vida -aquí todos vamos a estar muy bien, porque estamos juntos, el que tiene que cuidarse es usted, que está solito allá- pero esa última vez fue diferente no solo porque ya no se levantaba de la cama y no me soltaba de la mano sino porque me suplicó que esa noche durmiera en su casa porque tenía mucho miedo. Nunca en mi vida la había escuchado decir eso, ella valiente de toda la vida, a la que casi no le gustaba llorar,  estaba asustada porque sentía que en cualquier momento se iría de este mundo y cuando eso pasara quería hacerlo rodeada de sus hijos y nietos.  Desconozco la razón porque esa noche no me quedé en su casa pero por más que lo pienso no puedo encontrar nada que fuera más importante que ese último favor que me pidió la que había sido el gran amor de mi vida.

Tres meses después de ese día recibí llamada de mi padre diciéndome que esa mañana mi abuela se había ido para siempre.

martes, 21 de mayo de 2019

Rebelión

A los doce años lo más importante del mundo es la opinión de los demás y por eso pasaba horas pensando cuál sería el momento más adecuado para dejar de darle la mano a mis padres y mi familia cada vez que salíamos a la calle, francamente quedaba raro que un chaval de mi edad anduviera por ahí agarrado de la mano de sus viejos, podrían pensar que uno era un consentido de miedo, un "mamitas" como se solía decir en aquella época y eso era lo peor del mundo mundial, había que proyectar la imagen de un chico "normal". Un día de tantos dejé de darles la mano, de caminar intencionalmente delante de ellos o detrás, y de no ser tan pegado como había sido con mis viejos, mis hermanas, mi abuela, mis tíos y tías.

Durante algunos años me mantuve fiel a mi decisión para no escandalizar a nadie hasta que un día me desperté pensando en que era una soberana tontería, que me sobraba la opinión de los demás y que mal me iría en la vida si tenía que renunciar a las cosas que más me gustaban por quedar bien con gente que me importaba menos cero. Así que recobré la sana costumbre de volver a ser yo mismo, a caminar de la mano con los que quería, a estampar besos cuando me diera la regalada gana -y a quien quisiera- a fundirme en abrazos y a decirle a la gente que los quería mucho, más de lo que imaginaban. Esa fue mi pequeña rebelión.

lunes, 20 de mayo de 2019

Huellas

Esa amiga de infancia con la jugábamos tardes enteras, ese compañero de Instituto que "daba" la vida por nosotros, esa colega de trabajo que tanto nos hacía reír y que nos sacó de un apuro más de una vez, ese amigo del que fuimos inseparables en nuestra adolescencia y con el que escuchábamos rock, esa amiga que fue confidente a la que le contábamos todo, ese grupo de amigos con los que nos íbamos de juerga como si no existiera mañana y con los que nos encantaba estar, ese primer amor...a medida que nos vamos haciendo mayores uno se da cuenta de la gran cantidad de gente maravillosa que hemos dejado por el camino, no por nada especial, sino porque las mismas circunstancias de la vida nos fueron separando sin nosotros darnos cuenta, un día dejamos de verlos y se perdieron en la vorágine del tiempo siempre tan implacable. Ya nos los vemos más pero llevamos impregnados todo esos recuerdos, los abrazos, los brindis y esa infinita ternura con la que nos abrieron su alma.

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...