Consejos

Una y otra vez mi madre la aconsejaba que tuviera paciencia, que recordara que en esta vida todo se consigue a base de esfuerzo y que veces en la vida había que luchar con uñas y dientes por lo que uno quería. Ella asentía con la cabeza como niña obediente y mi vieja se daba por satisfecha, convencida de que le hacía un gran favor a la humanidad animando a una muchacha de pueblo a seguir por el buen camino del recato y a encontrar su sitio en la capital.
Sin embargo todo cambió radicalmente la noche en que la Negra llegó a casa con un ojo morado, con algunos raspones en los brazos pero más feliz que nunca. Nos contó que cuando vio a su novio besando a otra decidió que era hora de poner en práctica los sabios consejos de la patroncita y se lió a golpes y a carterazos con esos sinvergüenzas, le había dado su merecido a la buscona, y al inútil y bueno para nada le había dejado bien clarito que o terminaba de perrear o lo mandaba directo al cementerio. Tras terminar de contar su odisea, que finalizó “por desgracia” con la llegada de la policía que los separó a los tres, le dio las gracias a mi vieja por haberle dicho que en esta vida había que pelear duro.
Desde ese día mi madre no volvió a darle ningún consejo.
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Un saludo.