La vida es una canción

Durante mis vacaciones de verano adoraba despertarme escuchando a mi madre cantar mientras se preparaba para ir a trabajar. Todas las mañanas le pedía a mi padre que le pusiera alguno de sus discos –casi siempre de Demis Russos- y comenzaba a taradear las canciones mientras iba y venía por la casa con sus tacones hablando con mi viejo de las cosas pendientes del día. Me quedaba soñoliento escuchando su voz hasta que escuchaba el motor del coche que se alejaba a toda velocidad para no llegar tarde a la empresa. Entonces me levantaba y toda la casa olía a ella: a una mezcla de perfume, laca y crema de manos, me gustaba ese olor porque me daba la certeza que aunque ella no estuviera en casa su esencia sí y no se dispersaba hasta bien entrado el día, casi hasta su regreso. Ahora que ya no está me gusta recordar ese olor, en esas mañanas de gloria en las que lo primero que escuchaba del día era su voz cantando. Como cantaba a todas horas, sobre todo a primera hora, podría apostar que l...