jueves, 22 de agosto de 2019

Como en las telenovelas

Hace unos meses un amigo me contaba que siempre se había reído de las telenovelas, que le parecía una exageración todo lo que le pasaba a los protagonistas, que era absolutamente imposible que en la vida real la vida de la gente fuera tan excesivamente complicada. A él, químico de profesión, racional, contenido en sus emociones, reservado en su vida privada y la persona más discreta del universo le resultaba creer todos esos enredos en los que se metían los personajes: nadie con dos dedos de frente se mete con la mujer de su mejor amigo, ninguna mujer se puede enamorar de un farsante que ama a otra, ninguna joven becaria puede creer que el jefe dejará a su mujer para casarse con ella, nadie puede amar a dos personas a las vez, nadie puede ser pareja de alguien a quien no ama y pretender ser feliz. Mi amigo pensaba y pensaba entre risas que eso en la vida real nunca pasaba hasta que el año pasado su madre le reveló que su padre era otro y que se había casado estando embarazada de él. Dice que en el fondo lo sospechaba porque había cosas que no cuadraban para nada y que su vieja cada vez que hablaba del tema cambiaba abruptamente de tema, se enfadaba y que no fue hasta que la amenazó con no volver a verla nunca más que le contó su secreto, un secreto que le pertenecía también a él. Así que a sus 42 años la vida de mi amigo se convirtió en una telenovela.

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