El abuelo

Mi abuela tenía toda la esperanza de que en sus últimos días se formalizara y se comportara “de una vez por todas” como un venerable anciano, pero ni caso. El seguía con sus bromas de siempre, como si el final no se estuviera acercando y como si la vida no hubiera que tomársela en serio. Cuando estaba agonizando, a menudo me decía con solemnidad, “Hijito mío tengo algo muy importante que decirte” y yo, con un nudo en la garganta acercaba el oído para poder escuchar su voz casi inaudible y me decía: “resulta que había una señora con una dentadura postiza…”, el chiste me lo sabía de memoria porque lo contaba desde niño pero me reía con ganas, de nuevo el abuelo me había tomado el pelo.
Murió hace unos veinte años, a menudo me sorprendo recordando alguno de sus chistes y me entra la risa floja. A lo mejor eso era lo que quería el viejo: que lo recordara con una carcajada.
Comentarios