Todos tenemos ESOS momentos en los que nos cubrimos de "gloria", algunos más que otros por el temperamento que tenemos. Mi debut fue a los diez años. Durante todo el curso lectivo nos habían estado dando charlas sobre la sensibilización social y la lucha contra la pobreza –en mi escuela primaria les dio por ahí, eran los 70, ser comunista estaba de moda- cuando después de una charla super profunda sobre la injusticia social levanté la mano.
Como según mis tías abuelas yo era un chiquito "inteligentísimo" que rezaba mucho, que era muy sensible, de un corazón de oro, de los que se quitaba el pan de la boca para dárselo a otro, yo en el fondo quería impresionar a la clase con algún pensamiento profundo.
Esperé pacientemente a que el resto de compañeros terminaran de decir "sandeces" para poner el broche de oro, me paré y le dije a la profesora que su charla me había gustado mucho pero que yo, "como me gustaba tanto reflexionar y pensar" había llegado a la conclusión que los niños pobres estaban acostumbrados a ser pobres, a no tener juguetes por lo que posiblemente no sufrían tanto, los pobres estaban acostumbrados a la pobreza.
Creo que nunca estaré lo suficientemente agradecido de que aquella mujer no me estrangulara en mitad de la clase.
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