Como la oía tantas veces decir esa frase, con el tiempo he llegado a la conclusión que a mi madre muchos sueños se le quedaron por el camino. Como muchas mujeres de su época tuvo que aparcar el tema de la realización personal, primero porque había que cuidar marido e hijos y luego porque, al menos en el que caso de mi vieja, después que mi padre perdiera el trabajo se pasó la vida entera trabajando para llegar a fin de mes sin tiempo para otra aspiración que no fuera llegar a fin de mes para cobrar la nómina.
No me cabe la menor duda que en otras circunstancias mi madre que en su juventud, desafiando cualquier norma de esa época había pertenecido a un equipo de basquetbol femenino, habría llegado más lejos que cualquiera en la familia porque era un “cerebrito” rápida para las matemáticas, buena líder y consejera -"muy moderna" para la época me decía una amiga suya de juventud- con una inquietud insaciable, se leía el periódico completo, veía todos los programas de opinión y era capaz de hablar de tú a tú sobre economía con cualquiera.
Unos meses antes de morir, entre risas le comenté a mi madre que seguro habían pasado muchas verguenzas conmigo cuando era niño porque fuera dónde fuera, pedía monedas para la rocola, ponía “El Danubio Azul” y me ponía a bailar por todo el salón. Me vieja me miró con cariño y me dijo que al contrario, era algo que siempre había admirado de mi, “siempre ha hecho lo que le ha dado la gana sin preocuparse por el que dirán”.
De todo eso me acordé el otro día cuando estando en un bar, de pronto el DJ en una de sus mezclas utilizó la pista de ese anuncio. Fue invocar a mi vieja, verla de pie con sus manos en mi hombre diciéndome las ganas que tenía de ponerse el mundo por montera.
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