Pese a mis expectativas ese momento nunca llegó, desde el primer momento mi madre parecía hechizada por la historia incluso mucho más que yo, cada cierto tiempo la volvía a mirar con incredulidad en plan “¿Qué le ha pasado a ésta?” pero ella ni rechistaba. Por fin en cuanto aparecieron los créditos finales y la mítica canción “Don´t you forget about me” mi vieja se levantó de la mesa triunfal y satisfecha diciendo que aquello había sido un peliculón y “qué pobrecitos los jóvenes lo mucho que sufríamos por la incomprensión de los adultos” mientras me estampaba un beso.
La anécdota quedó guardada en algún rincón de mi memoria hasta el año pasado en que me “tropecé” en Youtube con los créditos finales de la película y su banda sonora y volví a vivir esa noche de finales de los ochenta en mi casa de Costa Rica, un momento mítico entre mi vieja y yo.
Y comencé llorar mientras escuchaba ese “Don´t you forget about me…”