lunes, 23 de enero de 2023

Guapo

 

El año pasado estaba en un bar de Madrid esperando a un amigo cuando de pronto entró un grupo de gente “oficialmente guapa” como suelo llamar a esa tipo de personas que son consideradas bonitas aquí y en Plutón, esos seres humanos cuyo Instagram es un desfile de viajes y grandes momentos rodeados de burbujas de champán. “¡Qué nivel de gente y qué ganas de tener la mitad de glamur de ellos!” pensé cuando se situaron justo en el centro del bar bajo las tentas miradas de cuantos estábamos ahí.  Desde mi mesa por unos instantes estuve atento al movimiento del grupo y luego seguí sumido en mis pensamientos ojeando de vez en cuando el whatsapp por si mi colega se dignaba a escribir.

De repente vi que los guapos hablaban entre ellos mirando a mi mesa y uno de ellos se acercó con el móvil en mano, como para pedirme que les tomara una foto. Sin dejar que terminara la pregunta en cuanto me dijo “Oye,  ¿te importaría…?” le contesté que con un “claro, encantado les tomo la foto” al tiempo que me ponía de pie y me acercaba a ellos. La sorpresa mayúscula fue grande cuando me dijeron que no,  que lo que querían era hacerse una foto conmigo.

“Queremos hacernos una foto con el chico más guapo del bar. Desde que entramos todo estábamos diciendo que de dónde había salido ese chico de gafas, con esa tremenda sonrisa y ese cuerpazo de infarto”.

  Entre risas, intentando no poner la cara de flipado que la ocasión ameritaba y como si yo si fuese un futbolista  famoso acostumbrado a sacarse selfies con extraños, me sumé al grupo posando como un gran influencer, bromeando con todos.

Tras ese momento surrealista  me regresé a la mesa a punto de estallar en una carcajada, contento de haber vivido la anécdota y pensando en lo rara que era la vida. Esa gente no quería absolutamente nada de mí, solo un recuerdo…un recuerdo con el chico guapo del bar. 

jueves, 19 de enero de 2023

Abolengo

 

Mi primera entrevista de trabajo para un puesto de periodista a los 24 años transcurrió de forma totalmente inesperada. Puntual llegué a la cita, vestido de traje y corbata, y con mi flamante curriculum  en una carpeta, todo más que preparado para impresionar y hacer que me contrataran ipso facto

El director me saludó con toda la amabilidad del caso y nada más abrir la carpeta de mi CV empezó a reírse sin parar y a carcajadas. “Ay ya sé quien es usted, su Papá se llama Luis Guillermo, su Mamá Haydée. Para empezar le voy a decir que su Tata fue novio de mi hermana pero creo que la cambió por su mama…”. Aquel fue el peor arranque imaginado porque de repente me ponía en el bando de los “malos” y toda la argumentación que tenía preparada para centrarme en mis talentos demostrados como estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Comunicación quedaba superada por una vivencia personal, era el clásico comento de “tierra trágame”.

Menos mal que el señor no paró de reírse, quitándole importancia a lo sucedido, en ese entonces unos treinta años antes, y siguió sumido en los recuerdos. Entre risas me dijo que conocía muy bien a mi familia paterna.  

 “No sé si usted está enterado que tanto su abuelo como sus tíos abuelos paternos allá por los años treinta eran famosos en San José por hacer diabluras,  eran super divertidos y bromistas, la gente los quería mucho sobre todo las muchachas”.

Aún un poco perplejo pero contento de que la entrevista se estuviese centrando más que en una historia de desamor en algo divertido, con el ánimo de dar por cerrado el tema familiar y centrarnos más en la materia le dije que algo había escuchado sobre el tema y que al menos mi abuelo Mario era muy divertido, que no paraba de contar chistes y que si quería, para no “robarle”más tiempo hablábamos de mi trayectoria profesional. 

Decir que me ignoró fue poco, el director del periódico siguió rememorando algunas de las ocurrencias más famosas de mis tíos abuelos sin hacer caso absoluto de mi CV. La verdad yo tenía sentimientos contradictorios, por un lado estaba disfrutando el momento pero por otro, quería que tomara en serio mis aspiraciones de ser un periodista profesional. 

Diez minutos después la secretaria interrumpió para anunciarle que tenía otra reunión. En ese momento por “culpa” de mis tíos abuelos daba por perdida la entrevista pero me equivoqué, el director se volvió hacia mí y con una sonrisa de oreja me dijo que le había encantado conocerme y que mientras estuviera él como director las puertas del periódico siempre iban a estar abiertas para mi.

“En el momento que quiera el puesto es suyo. Viniendo de la familia que usted viene el curriculum sobra, no necesito más información sé el nivel que tiene y que es prácticamente imposible que usted sea mala persona. Felicidades”.

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...