martes, 30 de marzo de 2021

Pequeñas alegrías

Tras un año tan turbulento como el 2020, en el que todo mi mundo acabó de cabeza -como para mucha gente-  dejé de pasarme la vida esperando grandes cosas como un trabajo fijo que POR FIN terminara esta inestabilidad laboral eterna, una gran historia de amor que pusiera fin a mi empedernida soledad, un golpe de suerte en la lotería para comprarme la casa de mis sueños.
Digamos que ahora vivo -e intento ser feliz- con minúsculas alegrías, que como perlas preciosas atesoro para contarlas a la hora de dormir para sentirme un hombre afortunado: un meme que me hizo reír mucho, la copa de vino que me tomé y me supo a gloria, ese árbol floreciendo que ví de camino a casa y que me hizo recordar que la primavera sabe que siempre la espero en Madrid, esa canción que me puso la piel de gallina, las llamadas de mis hermanas para saber cómo me va la vida, el verme en el espejo y saber que a pesar de todo sigo aquí.
En fin, que como mendigo de la vida, ahora vivo de modestas (minúsculas) alegrías.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Marzo de 1981

 

Mi vida cambió abruptamente aquel marzo de 1981. Tras dos años de estar en un colegio donde no te escupían por ahorrar saliva pero te hacían la vida imposible por no ser lo suficientemente rudo, por fin mis padres escucharon mis súplicas y amenazas y decidieron cambiarme de instituto y con ello transformar por completo el mundo que había conocido hasta entonces. 

Era como un sueño estar en un lugar donde nadie se pasaba el día discutiendo quien era el alfa macho quinceañero de cuarta, donde los profesores llegaban en vaqueros y te trataban de tú a tú y un lugar donde uno gustaba, especialmente a las compañeras sobre todo Zeanne, que con su larga melena castaña y su cuerpo curvilíneo era oficialmente el sex symbol del Cole.

Nadie podía entender que tuviera su cuaderno con corazones llenos de ZyG, y mucho menos que rechazara a todos los galanes que a menudo le declaraban su amor por estar detrás de un firuliche miope y torpe como yo. Fue con ella la primera vez en mi vida que fui a un baile y nada menos que en la Facultad de Ciencias Económicas, toda una hazaña cuando tienes 16 años y te ha costado un mundo que tus padres te den permiso. 

Ese día, bailando con ella abrazada a mi -yo francamente no sabía como agarrarla- descubrí la importancia de resistir y de esperar tiempos mejores, mientras mis excompañeros de cole seguramente seguirían enfrascados en sus discusiones sobre virilidad y fútbol, ahí estaba yo a la luz de la luna, bailando una balada romántica...iniciando los mejores años de mi vida.


miércoles, 3 de marzo de 2021

Tristeza nacional

En octubre del 2017 el Gobierno de Costa Rica decretó tres días de Duelo Nacional por las ocho víctimas que dejó la tormenta Nate en el país. Al 3 de marzoo del 2021 llevábamos 2820 muertos por COVID-19 y la Administración Alvarado sigue sin querer decretarlo, como hemos venido pidiendo un grupo de familiares de víctimas de la pandemia a través de la plataforma Change.org desde noviembre del año pasado. 

 Al parecer Casa Presidencial está a la espera de hacerlo cuando se dé por terminada y controlada la pandemia dentro de muchos, muchos meses. Es decir, nuestros muertos pueden esperar, lo que no ha pasado en otros países como España, en donde en mayo del 2020 se declararon dos semanas de Luto Nacional por las Muertes del COVID 19 al final de la primera ola. En Costa Rica preferimos esperarnos, dejar que todo pase. 

Una triste noticia para quienes desde hace meses venimos insistiendo en la necesidad que pronto se declare al menos un día en el que los que perdimos a un ser querido por la pandemia podamos rendirle ese homenaje, la despedida que nunca tuvieron quienes murieron en soledad, una fecha que permita además reconocer el gran trabajo que ha venido realizando todo el personal médico, atendiendo y cuidando por nosotros a nuestros familiares y amigos. En otros países se les ha aplaudido, en Costa Rica seguimos a la espera que todo pase. 

 Postergar ese homenaje, dejarlo para más adelante, es además desperdiciar la oportunidad de lanzar a la población un poderoso mensaje de que algo está pasando AQUÍ y AHORA, y que tenemos que aunar esfuerzos para salir airosos de este desafío mundial. En un año o más -cuando todo pase- ese mensaje no tendrá mucho sentido y a muchos, lamentablemente, parecerá una historia lejana. 

 Postergarlo además, es una muestra de miopía política: sería una lástima que como estamos en año pre-electoral, la iniciativa se pospusiera tanto que el que terminara declarando el Duelo por las Víctimas del COVID fuera un gobierno distinto al que ha enfrentado la pandemia. Por nada del mundo, el equipo de don Carlos Alvarado debería permitirlo, sería un fracaso político en toda regla. 

 La ocasión propicia habría sido este mes de marzo cuando se cumple un año del primer caso por COVID en nuestro país, además el Gobierno no tendría que hacer ningún despliegue extraordinario,simplemente hacer lo que tiene planeado para ese día pero bajo la declaración de Duelo Nacional.  Sería una forma sencilla de aliviar el dolor de quienes lloramos la partida de algún ser querido, de decirnos que la Patria oficialmente y con toda la dignidad del caso, comprende nuestro dolor, que nos abraza y nos consuela, y de darle la oportunidad a la sociedad nacional de detenerse y pensar en cómo nos ha cambiado a todos esta crisis y los desafíos que tendremos que enfrentar en el mundo post-covid.

lunes, 1 de marzo de 2021

Amar la vida

 

Durante los últimos días de vida de mi padre, que también fueron los de mi madre lo más hermoso del mundo era verlos a ellos al momento de dormir. Me asomaba por una esquina de la puerta de la habitación, intentando no molestar y siempre me encontraba la misma escena, mi vieja acomodándole las mantas a mi padre y diciéndole, "mi amor, mañana será otro día, te voy cocinar algo rico y todo va a estar bien. Duérmete tranquilo que estamos juntitos". Mi madre sabía mejor que nadie que la paz en el dormitorio poco duraría, que mi padre otra noche más pasaría despierto, haciendo ruido, yendo y viniendo por la casa...pero ella seguía creyendo que vendrían tiempos mejores, que todo iba a cambiar. A menudo he pensado que esa fe en el futuro, esa esperanza contra viento y marea, es condición de cualquier gran historia de amor entre seres humanos pero también frente a nuestra existencia, amar la vida precisamente es eso, creer que todo va a ir bien, que la suerte algún día nos va a sonreír, creer que por más negros momentos que tengamos algo bueno nos vendrá.

Mis viejos ya se fueron y están juntos como tanto les gustaba. Yo, sigo en este mundo y pienso que no tengo otra, que si estoy aquí es por algo y que sí, que tengo que creer que detrás de los nubarrones siempre brilla el sol, que el mundo todavía es ancho y hermoso y que amar la vida es precisamente eso: esperar tiempos mejores. 

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...