martes, 29 de diciembre de 2020

Superhéroes


Con mi padre bombero y mi madre voluntaria en un hospital pasé mi infancia pensando que mis viejos eran una especie de Superhéroes venidos de algún planeta lejano a rescatar a la humanidad entera. Los padres normales después del trabajo iban al fútbol, de compras o simplemente se dedicaban a descansar los míos en cuanto podían se uniformaban y salían a combatir el mal. Por un lado salía mi padre con su traje y casco a toda prisa para llegar a tiempo para apagar un incendio y por el otro salía mi madre impecable con su placa de identificación como Dama Voluntaria a pasarse la tarde visitando enfermos. 

Como si fuera poco en cuanto caía el aguinaldo corrían al super a comprar comida y regalos para familias necesitadas y estábamos más que habituados a que los fines de semana mi madre interrumpiera su almuerzo para atender la llamada urgente de alguna amiga deprimida, "Si uno lo hace, ¿quien lo va hacer? solía repetir cada vez que protestábamos por la interrupción.  ¿Estaban locos o qué? Con lo bien que se estaba sin pensar en los demás, felices en nuestra burbuja, sin necesidad de arriesgar la vida o de consolar a extraños...en el fondo todo eso me hacía sentir orgulloso: mis viejos  no luchaban contra villanos pero se pasaban el día haciendo el bien.

Con los años he pensado que a lo mejor es que en nombre de ese bien que hicieron mis viejos, de ese buen carma que crearon, es que en momentos de necesidad en mi pueblo o a miles de kilómetros, inexplicable y hasta milagrosamente siempre he encontrado alguien que de la nada y sin esperar nada ha corrido a ayudarme. De la forma más insólita y misteriosa nunca nunca me ha faltado nada. 


jueves, 10 de diciembre de 2020

A pesar de todo

Decía una rabina que el gran milagro de Janucá no fue que una ínfima cantidad de aceite alcanzara para encender las luminarias del Templo durante varios días sino que alguien, en las peores circunstancias y con recursos limitados se hubiera atrevido a realizar esa tarea cuando lo recomendable era simplemente no intentarlo y ser "realista" y ni siquiera intentar encender una sola de las velas, pero lo hizo y la historia cambió.

Tras la muerte de mi padre por un infarto y menos de tres meses después la de mi madre por COVID he pasado pensando en si la vida tiene sentido, en si merece la pena vivirla en las peores circunstancias y con un dolor tan profundo que me resulta imposible llorar, ¿Vale la pena seguir adelante? ¿Se puede seguir soñando aún después de una tragedia? ¿Se puede creer aún que la vida es maravillosa? ¿Que el Eterno es generoso y nos mira con bondad después de todo?

En estos momentos de mi vida no tengo la certeza de nada pero pienso en mis viejos, en mis abuelos y todos mis antepasados que aún en las peores circunstancias y con el viento en contra siguieron creyendo, se atrevieron con poco a hacer grandes cosas, a emigrar, a fundar familias, a emprender proyectos, a reírse a pesar de la pobreza y de la enfermedad, a pesar de la muerte temprana de hijos, esposas y maridos. Con poco hicieron mucho e iluminaron muchas vidas. Escucho sus voces repitiéndome que de esto se trata vivir, de seguir adelante a pesar de todo...

Jag Sameaj

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...