jueves, 24 de septiembre de 2020

Como un bolero

Mi madre nunca me cantó canciones de cuna.
No sé si era porque no le gustaba o no se las sabía pero a cambio, me cantaba boleros.
Así que mientras otros niños escuchaban canciones de angelitos, de nubes rosas, pegasos volando en un cielo siempre azul mi madre me cantaba historias de grandes amores, de gente que se quería mucho, que tenían un corazón de melón y que daban besos que sabían a gloria, que tenían un amor puro que había nacido desde lo más profundo del alma, de amores imposibles que ni la misma muerte era capaz de destruir, de enamorados que prometían convertirse en ángeles guardianes de su amada en caso de irse de este mundo.
Desconozco si fue una estrategia deliverada de mi vieja para que fuera un poco más despierto y sensibles que otros "guilillas" en temas del amor pero lo que si ha logrado es que ahora que el destino decidió separarnos todos los boleros del mundo me la recuerdan, soy incapaz de escuchar una canción sin evocar su mirada, su risa y la suavidad de su forma de ser para pasar por esta vida casi de puntillas, para no molestar a nadie e irse sin hacer demasiado ruido, como un suspiro, fugaz, casi tan breve como una canción de amor. 

"Ya no estás más a mi lado corazón en el alma sólo tengo soledad
y si ya no puedo verte
por qué Di-s me hizo quererte para hacerme sufrir más..."


martes, 15 de septiembre de 2020

Para que nadie sufra...



Abajo, una entrevista en la que cuento lo que pasamos con mi madre.


 Algunas aclaraciones: 

 -En ningún momento estoy criticando el trabajo de médicos y enfermeras. Sé que mi madre estuvo bien atendida y conociendo como tratan al adulto mayor en este país en los hospitales, posiblemente me la chinearon bastante. 

   


 -Mi tesis es muy simple: en un época en donde hasta los Consejos de Ministros son vía Zoom y los médicos pasan consulta por Whastapp no se justifica impedir en forma absoluta la comunicación con el paciente (sino directa, al menos con intermediarios). Los psicólogos pueden explicar mejor la importancia que tiene para un paciente el apoyo familiar en procesos de enfermedad sobre todo en fase terminal y cómo puede aliviar el estrés del núcleo familiar el tener noticias claras y frecuentes sobre el estado del paciente.

 -Los protocolos son los protocolos. Sí, pero quienes los hacen son humanos y se están aplicando a seres humanos en situación de extrema vulnerabilidad. Mi madre una adulto mayor de 81 años, recién viuda y de salud frágil murió sin tener noticias de su familia, sin saber que estábamos pendientes de ella y nosotros sin poder despedirnos. (Lo sé está pasando casi en todo el mundo, pero ello no significa que está bien y que NO puede solucionarse de alguna forma).

-De igual forma nosotros nos quedamos sin saber muy bien el estado real de mi madre mientras estuvo internada. La única información era la que una enfermer@ nos daba cuando llamábamos a un teléfono FIJO (o sea en la CCSS la era de los celulares no ha llegado), era una información que consultaba desde un sistema de información que presumo estaba desactualizada. "Delicada y estable" nos lo repitieron como un mantra a lo largo de cinco días de pesadilla e incluso después que un médico a lo último llamara para anunciarnos que mi vieja estaba entre la vida y la muerte. 

 -Usted compra unos zapatos por Amazon, en una tienda china situada en la frontera con Mongolia y en todo momento puede seguir la trayectoria de su pedido. Usted ingresa a un adulto mayor a un hospital público en tiempos de pandemia y da la impresión que se lo tragó el Triángulo de las Bermudas, nadie sabe nada. Inaceptable. 

 -De nuevo, NO estoy criticando al personal médico, que ellos cumplen a cabalidad su papel, estoy haciendo un llamado, una súplica, para quienes toman la decisión de cómo y qué comunicar mientras un paciente esté internado. En nombre de la Pandemia y de la seguridad nacional no se pueden vulnerar derechos fundamentales, probablemente a mi madre le había alegrado tener noticias nuestras y la habría tranquilizado bastante y nosotros saber de ella nos habría hecho más liviano el dolor que tenemos. Un escueto whastapp ,o una videollamada de cinco minutos lo habría cambiado todo pero ya se sabe, el protocolo, las reglas... Mientras escribo esto hay cientos de familias en este país que están pasando lo mismo y van a pasar lo mismo sino se hace algo al respecto. 

 -Como un bonus track, esa falta de transparencia en el área de comunicación genera mucha frustración: posiblemente hubo una enfermera o enfermero que estuvo muy pendiente de mi madre en sus últimos días. Aparte de hablar con él o ella para que me contara las últimas horas de mi madre me encantaría agradecerle profundamente pero claro, eso nunca se podrá hacer porque en épocas de pandemia la deshumanización del anonimato prevalece. 

 -Más que dar el like o el pésame, lo ideal sería que pincharan en el enlace y compartieran el post desde mi blog y que lo comenten con amigos que sean médicos, enfermeros, miembros de la Junta Directiva de la CCSS. Digan que no quieren que haya más mas familias que sufran lo mismo, que no haya mas viejitos que lo han dado todo por este país, muriendo solitarios en una cama, incomunicados, pensando en que son unos apestados. 

Por mi madre nada se puede hacer pero por sus padres, abuelos, tíos estamos a tiempo.

Que la Pandemia NO nos deshumanice.
 

lunes, 14 de septiembre de 2020

¡Bingo!


Mi madre no podía creérselo: por primera vez en su vida había ganado un bingo y a cartón lleno. En cuanto puso la última ficha soltó un "Bingoooooooo" desde el fondo de la gradería del gimnasio mi Instituto, donde se realizaba la actividad benéfica. Como decía que en su vida tener cualquier cosa le había costado mucho esfuerzo ese día se vino arriba, así que entre gestos triunfales -solía levantar los brazos y contonearse-  y los aplausos del público, gloriosamente se abrió camino por entre la multitud, no podía creer la suerte que había tenido. El premio, anunciaba el presentador, era una sorpresa gentileza de uno de los patrocinadores.

Mi vieja recorrió todo el camino pensando en que a lo mejor era unas merecidas vacaciones con todo pago en San Andrés, que por entonces estaba de moda como destino vacacional de la clase media,  o a lo mejor una enorme canasta de víveres de esas que adornaban la entrada y que estaba llena de cositas que le gustaban a la familia o un vale para un vestido de la boutique "La Dama Elegante", un lujo imposible con su salario.  ¡Qué ilusión con todo! Por fin, entre aplausos subió al escenario al tiempo que el presentador metía la mano en un caja de cartón y sacaba un papel en el que se asignaba el premio. "Señora, es su día de suerte: ha ganado un delicioso bollo de pan cuadrado de Panificadora Camacho, veinte años alimentando al pueblo de Costa Rica. Muchas felicidades!" 


Tú querías que te dejara de querer…

  Hace pocos días me soñé con una ex pareja a la que quise mucho, le habría dado mi vida pero como la estaba usando –y la sigo usando (hasta...