jueves, 20 de febrero de 2020

En el medio tiempo de la Super Bowl

Los cuarentones quieren ser como nosotros pero no nos llegan ni a lo pies. Los cuarenta años son la "adolescencia" de la Edad Adulta, te crees experimentado y sabio pero no, porque no has puesto el 5, no llevas medio siglo viviendo en este planeta de locos en el que nada, absolutamente nada, tiene su lógica. Da igual lo que las religiones te digan, la Vida improvisa, y mucho, con nosotros los seres humanos.

A partir de los cincuenta tienes la sensación que en todos los aspectos de tu vida estás viviendo el intermedio de la Super Bowl planetaria.  Como Shakira y J.Lo tienes solo QUINCE minutos para darlo todo, ya no se puede permitir uno las mismas tonterías que con veinte, treinta o cuarenta, el tiempo corre raudo, cínico y veloz.

Eres más consciente que nunca que antes de diez años algún problema de salud tendrás, por más que te cuides y vayas al médico porque el cuerpo tiene fecha de caducidad y algo te va a fallar. Así que aprendes a disfrutar del mayor tesoro que tenemos los terrícolas: la salud. Con cinco décadas a las espaldas te sientes un campeón cuando haces ejercicio, cuando vas a todo lado andando y casi nunca te enfermas. Hay que aprovechar, hacer grandes planes y disfrutarlos.

Cuando eres un cincuentón te vuelves más tiquis miquis a "perder" el tiempo con gente que ya nada te significa en la vida. A los treinta daba igual pasar unas vacaciones con gente que no nos gustaba porque teníamos infinitos veranos, ya tendríamos tiempo para pasarlo bien. A los 50, el árbitro está a punto de pitar para finalizar el partido.¿Ir a cenar por compromiso?¿Quedar con compañeros de trabajo que no nos gustan?¿Aguantarse relaciones de pareja que ni fu ni fa?¿De verdad vamos a pasar los últimos quince minutos de nuestra vida sintiéndonos los seres más infelices de la galaxia, desperdiciando un tiempo precioso?

Y es que a estas edades estás más que avisado que nunca que en los próximos años mucha gente de tu entorno que amas sobre todas las cosas se va a ir de este mundo, quisiéramos que fueran eternos, pero sabemos que antes o después estaremos solos frente al mar echando de menos a alguien. Así que vives con intensidad, y a cámara lenta, todos los momentos con tus seres queridos. ¿Enfadarse? ¿Para qué? No hay tiempo que perder, porque cada día nos estamos despidiendo un poquito y como ya nos vamos a ir, nos volvemos contestones, sensibleros y militantes de la vida.

martes, 11 de febrero de 2020

Que nada sea en vano

Iba ser un sábado tranquilo. Ella se había levantado muy temprano para preparar el desayuno, los niños de 5 y 7 años tenían club de fútbol y tenían que alimentarse bien. Como de costumbre costó una eternidad que acabaran todo y que por un rato el par de diablillos se quedaran quietos mientras ella les terminaba de poner los calcetines y las zapatillas. El marido los apuró, ese día le tocaba a él llevarlos, así ella podía disfrutar de un rato de tranquilidad, había hecho planes para tomarse otro café en la terraza mientras leía un libro, la mañana estaba soleada había que aprovechar. Tras besarla, los niños subieron entre risas al coche mientras él le hacía señas de que la llamaría a lo largo de la mañana, por la noche tendrían invitados y había que organizarse. Encantada de tener un ratito para ella se puso a ordenar la casa, a recoger ropa y juguetes, mientras canturreaba una canción.

Quince minutos después sonaba el teléfono, "¿Quien podrá ser a esas horas?" pensaba. Al otro lado la voz nerviosa de un hombre preguntaba si era la casa de su marido, que había tenido un accidente, "¿Ellos están bien?". La pregunta se quedó sin responder porque tras darle la dirección le colgaron a toda prisa. A como pudo se alistó, con las piernas temblando se subió al coche, y mientras conducía empezó a rezar, pensando en que a lo mejor era tan solo susto y que en breve estarían de vuelta a casa todos juntos. Dejó de rezar mientras le abrían paso entre el tumulto de policías, cruz rojistas, periodistas...y cayó de rodillas cuando el vio el coche de su marido aplastado bajo el trailer. No necesitó más explicaciones.

Vendrían años de mucha soledad, de preguntas sin respuestas, de viajes constantes de ida y vuelta de la rabia al dolor más profundo, de no tener razones para estar en este mundo y luego la redención a través de ayudar a otros, de pensar que de alguna forma tendría que honrar la corta vida de sus pequeños y del gran amor de su vida, de encontrarle sentido a todo . Para que nada hubiese sido en vano.

Adiós querida lectora

Comenzamos a saludarnos de tanto vernos en la noche madrileña.  A mí me llamaba la atención porque no cuadraba en nada con el estereotipo de...