jueves, 31 de diciembre de 2009

A propósito del Año Nuevo

La verdad es que no suelo hacerme propósitos al comienzo de año, sé que es una mala costumbre pero la culpa de todo la tiene la maestra de la escuela que cada cierto tiempo nos llamaba a la pizarra para escribir el propósito del día y como yo tenía muy mala letra, y la tengo, al final siempre decía: “Usted no, Méndez, que nadie entiende lo que escribe” y yo venga a sentarme y a resignarme.

Supongo que por eso soy incapaz de marcarme un propósito para el día, la semana, el mes o el año y menos para darle seguimiento. Sin embargo en 2010 he decidido hacer una excepción y señalarme un propósito: tener un propósito en la vida. Da igual lo que sea, coleccionar búhos de cerámica, ahorrar más, adelgazar, ser el más guapo del barrio…con la edad he comprendido que no se puede ir por la vida al tan tan, que hay que tener claro el rumbo, “saber dónde se va y lo que se quiere”, como dicen los slogans publicitarios, "ser un hombre del sigloXXI que no teme a las decisiones".

Y como de solo pensarlo ya me estoy agobiando, mejor pongo en práctica mi gran propósito mañana sin falta.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Expendiente X

Como a estas alturas el comandante en jefe del universo debe estar ansioso y fijo debe llevar noches enteras sin dormir por conocer la opinión de este ser humano, paso a responder a la enigmática pregunta que me hicieron un día de estos sobre lo que pensaba del Creador.

¡No pienso nada!

Por épocas he sido bastante religioso, casi al extremo. De vez en cuando me sorprendo rezando, y he pasado media vida tratando de encontrar señales de su existencia, atando cabos que me permitan descifrar los enigmas de mi existencia, pero siempre pasa lo mismo: ‘Tatica’–como le dicen los campesinos en mi pueblo, que es un mote cariñoso para decir llamar al padre– sigue siendo ese gran desconocido.

Mi gran consuelo es lo que suelen decir algunos rabinos, que no es uno quien busca al Eterno, sino es Él quien lo busca a uno, lo cual explica bastante las cosas porque eso quiere decir que ninguna de las dos partes nos estamos quietas y que probablemente cuando ha tocado a la puerta de mi casa, yo andaba en otro sitio buscándolo y viceversa. A ver si un día de estos coincidimos y por fin nos encontramos.

De momento, como estoy mosqueado, prefiero no opinar nada de Él, no sea que se enfade y el día que nos encontremos no me quiera ni hablar.

martes, 15 de diciembre de 2009

Feliz y "demodé"

A la moda siempre llego tarde. La culpa de todo la tuvo una época de vacas flaquísimas que atravesó mi familia cuando yo estaba en plena adolescencia. Justo en la edad del pavo, cuando uno se vuelve loco por la moda, mi padre se quedó en paro, la economía familiar se resintió y yo más, porque a partir de esa fecha tuve que despedirme de las marcas. Me acostumbré a que cada vez que tocaba estrenar, es decir, por Navidades, en las tiendas pasábamos a toda velocidad por los mostradores de grandes firmas internacionales para llegar a la sección de ‘Rebajas y Marcas Nacionales’.

Ahí encontrábamos de todo a buen precio, pero un poco demodé. Así, el año en que se pusieron de moda las zapatillas blancas yo estrené unas de tela que habían triunfado tres años antes, y tuve una chupa de cuero cuando lo que se llevaba eran las vaqueras,o sea, que siempre anduve a la moda, pero a la de tres años atrás. Desde entonces, por más que lo intento no he logrado ponerme al día y, aunque ando impecablemente feliz con mi ropa de rebajas, sigo siendo una ‘fashion victim post mortem’.

lunes, 7 de diciembre de 2009

La entrevista

La cremallera del abrigo se atascó justo en la puerta de la revista. Una semana antes el director me había llamado para una entrevista de trabajo para un puesto de periodista. Estaba loco de contento, no podía creer mi suerte sobre todo después de meses de estar trabajando en los oficios más variopintos: camarero, repartidor de regalos, encuestador en el metro, digitalizador de datos en una constructora, figurante en películas y en cuanta cosa me pusiera hacer la empresa de Trabajo Temporal que no hacía otra cosa más que procurar que no me aburriera. ¡Y vaya si lo consiguió! Pasaba la mar de entretenido aunque ya me estaba hartando de tanto divertimento y cachondeo.

En esas circunstancias no extraña que la entrevista despertara todas las expectativas de este mundo y que durante días preparara todos los detalles: desde mi CV, para que no quedara la menor duda de desde mi más tierna infancia quería ser periodista, hasta la ropa que llevaría porque todo entra por la vista sobre todo cuando se trata de la revista más fashion y cool del planeta, por lo menos eso es lo que dice su cabecera. Así que resignado a que me iban a observar con lupa como a un vil microbio en un laboratorio me puse mis mejores galas y mi abrigo nuevo comprado en las rebajas de Zara a mitad de precio.

Acababa de tocar la puerta cuando me percaté que la cremallera de mi abrigo nuevo comprado en las rebajas de Zara a mitad de precio estaba atascada. Si quería hacer mi entrada triunfal y lucir palmito tenía que quitarme el abrigo pero no había forma, una y otra vez lo intenté pero nada de nada. Así que tuve que recurrir a la fuerza bruta y por fin lo logré. Fue una pena que me quedara con parte de la cremallera en la mano izquierda y que en la derecha me hiciera una pequeña herida que no paraba de sangrar, algo de lo que me dí cuenta hasta que le había dado la mano a todo el personal –hay que ver la cara de asco que tiene la gente que trabaja en el sector de la moda pensé –, entregué mi CV como es debido, con manchas de sangre – mejor saco copia y te dejo el original me dijo el jefe de Recursos Humanos – y manché de sangre la blanca mesa de la minimalista sala de juntas – no pasa nada cariño, es de Ikea compramos otra y asunto solucionado me dijo condescendiente la secretaria–. ¡Ya lo llamaremos! , me dijo fríamente el director al tiempo que se limpiaba la mano después de despedirnos.

Han pasado ocho años y sigo esperando la llamada.

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...