jueves, 14 de octubre de 2021

¿Hay algo que celebrar?

 

Después de la pérdida de mi padre por un ataque al corazón y dos meses después la de mi madre por COVID el año pasado, del largo luto en plena pandemia, de años sin trabajo fijo y una eterna economía de guerra ¿Hay algún motivo para el júbilo? ¿Para la risa?

Hay gente que dice que nunca celebra su cumpleaños, que es una fecha cualquiera y que no hay nada que celebrar, yo discrepo en absoluto por una sencilla razón: aunque la vida no haya sido como tú quieres probablemente aquel día fue un gran día para tus padres y para tu familia, una fecha marcada y esperada en el calendario como es mi caso.

Mis padres no se cansaron de decirme lo maravilloso que había sido ese día, uno de los más felices de su vida y mi vieja decía que esos nueve meses se le habían hecho eternos porque no deseaba otra cosa que ver mi cara. ¿Cómo no voy a celebrar eso? ¿Cómo no voy a aplaudir y hacerle la ola a la vida por haber sido tan esperado y tan amado?

Tras el año pasado y su tristeza yo me declaro abiertamente partidario de las celebraciones.
Las cosas malas tarde o temprano nos pasarán, como es ley de vida, la enfermedad y la muerte tocarán a nuestra puerta mucho antes de lo esperado por lo que tenemos que aferrarnos y festejar, las pequeñas y grandes alegrías que tenemos, descorchar el mejor champán cuando la vida nos sonríe…celebrar bodas, cumpleaños, ascensos laborales, compra de casa, de zapatos nuevos...cualquier cosa debería ser excusa para hacer un brindis y declararnos en día de fiesta nacional.

lunes, 4 de octubre de 2021

Mudanza

 

Mi vieja y yo estábamos nostálgicos.

Ese día nos no sólo nos mudábamos de la casa en la que habíamos vivido 18 años sino que además nos íbamos del pueblo. Estábamos tan tristes que pedimos ser los últimos en dejar la casa. Con el salón vacío nos sentamos en el suelo, nos dimos la mano -como solíamos hacer cuando hablábamos de cosas serias- y empezamos a pasar revista por todas las cosas buenas que nos había pasado ahí pensando cuán agradecidos teníamos que estar porque de una manera u otra la familia había progresado.

Mis padres habían llegado a esa casa  en plena crisis matrimonial, sin saber muy bien si continuarían o no y ahí precisamente poco a poco habían ido arreglando sus diferencias hasta volverse a reencontrar y a quererse como nunca, mis hermanas y yo habíamos llegado siendo casi niños y nos marchábamos ya mayores con un futuro profesional prometedor. Mi vieja decía que habían habido épocas en las que no sabía muy bien si durante el mes se iba a tener lo suficiente para la comida ó para el alquiler pero que al final el salario se le "estiraba" y alcanzaba para todo...era como si la vida fuera un constante milagro porque bajo ese techo siempre, siempre se salía adelante.

 La última imagen que tengo de ese día es mi madre y yo subidos en el asiento trasero del coche, con lagrimones mirando para atrás, sintiendo que parte de nuestro pasado se iba alejando.

¡Pobre don Edgar!

Durante muchos años a la persona que más lástima le tuve fue a don Edgar, mi profesor de música durante la Primaria. No sé por qué me daba t...