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Los hombres ya no son lo que eran

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Me contaba una amiga divorciada que harta de ser la eterna soltera, la que siempre va sola a las fiestas y cenas, se apuntó a una web de contactos. Tras el temor inicial del “quedirandemi”, ilusionada creó su perfil con una breve y “honesta” descripción: chica de 50 años, profesional y de buen ver busca chico para salir. Agregó un par de fotos, las mejores de sus últimas vacaciones en Ibiza, una con la melena al aire en plan leona y otra más formalita con traje de ejecutiva para reforzar la idea de mujer independiente. Al principio los resultados no se hicieron esperar: mensajitos, piropos, propuestas de noches de pasión y hasta de matrimonio. Se sentía en la gloria porque otra vez estaba en el mercado y no paraba de responder mensajitos picantes. Sin embargo, con el tiempo su ánimo se fue desinflando porque con los chicos que quedaba o querían enrollarse en el momento o casarse ipsofactamente, y la verdad es que tras un traumático divorcio no se está para ninguna de las dos cosas. As