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Vini, vidi...y me quedé

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Hubo una época en la que las pelis de romanos que daban en Latinoamérica las doblaban en España. A uno lo acostumbraron a que Cristo, Julio César, Moisés, Nerón y toda esa panda hablaran a veces como andaluces, otras como madrileños o palentinos, pero siempre con el español que se hablaba aquí y que nos sonaba más elegante. No extraña entonces que, para muchos de nosotros, resultara obvio que también así se expresaban los reyes famosos, los santos y hasta el mismísimo Dios. Con el diablo la cosa fue bien distinta, como las películas sobre este personaje eran más modernas, el doblaje ya lo hacían en México, por lo que uno desde siempre se acostumbró a que este personaje hablara como cuate (lo cual puede prestarse a diversas lecturas ideológicas). Así no extraña que hace diez años, cuando llegué a este país, los primeros días, cuitas de inmigrante aparte, los pasara descojonado de risa. No lo podía creer: ¡había llegado a un lugar en el que hablaban como en las pelis de romanos! Daba igu