Entradas

Besos por teléfono

Imagen
La culpa de todo la tuvo mi abuela que cuando vine a vivir a Madrid decidió que el Atlántico no se iba a interponer entre ella y su nieto y que cada vez que habláramos por teléfono me daría los mismos besos con los que me acunaba desde niño. Siempre al final de nuestra conversación había unos segundos de silencio, luego un “lo quiero mucho, pórtese bien” y finalmente ese tierno –y sonoro beso- de despedida. Por supuesto que a cambio ella esperaba otro beso a cambio y ahí estaba el problema porque como yo llamaba siempre desde el primer teléfono público que tuviera a mano estas despedidas de telenovela tenía que hacerlas en plena calle, en locales comerciales o en bares, frente a amigos o ilustres desconocidos. Si había mucha gente alrededor trataba de hacerlo rápida y discretamente para que nadie se enterara pero ella, que nunca se conformó con poco, reclamaba de inmediato, “mi hijito, eso es un beso desganado”. Entonces para que mi abuela no pensara que España me estaba volviendo u