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Bombero de los de antes

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Mi padre siempre se muere de risa cada vez que le cuento que desde unos años para acá los bomberos se han transformado en objeto erótico y que exhiben sus carnes en revistas y calendarios. Lógico, él fue bombero voluntario durante más veinticinco años y jamás sospechó que esa profesión de típico “pringado” en aquella época tuviera el más mínimo glamour, estaban lejos de ser los superatletas de hoy, se consideraba un trabajo como cualquier otro en el que solo había que ser un poco más valiente que el resto de los mortales para lanzarse a las llamas. “Valiente y un poco loco” explica mi madre que nunca estuvo muy convencida que mi padre dedicara su tiempo libre a un pasatiempo tan peligroso mientras que los maridos se sus amigas dedicaban el tiempo libre a ver la tele, a lavar el coche o hacer bricolaje. Era ilógico pero acabó por acostumbrarse a ver a mi padre saliendo a horas intempestivas, a las largas esperas y las llegadas felices con el traje oliendo a humo, el casco chamuscado y